18| NOSOTROS TE CUIDAMOS

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En muchas ocasiones, cuando la tristeza es insoportable; tu mente crea un mecanismo de defensa. Una barrera para protegerte de tus propios pensamientos, manteniéndote absorto de lo que lo que a tu alredor sucede.

Es por ese motivo que Jungkook no tiene ni la más remota idea de en qué momento se ha alejado tanto del palacio. Sus pies se han movido por cuenta propia hasta llegar a un hermoso jardín que brilla en violeta por la resplandeciente luz lunar del cielo.

El calor del verano cercano, lo sofoca, y se ve a sí mismo retirando con desesperación las prendas que porta, sintiendolas pesadas y ajustadas por alguna razón desconcida. Sus pensamientos lo consumen hasta el punto de dejarse vencer por ellos, incapaz de luchar contra ellos.

La posibilidad de que Taehyung este con vida, cada vez se siente más real, y al mismo tiempo, tan lejana.

¿Que haría si estuviera con vida?

¿Con que cara se pararía frente a él a pedirle disculpas?

¿Querría él si quiera escuchar lo que tenía por decir?

Ciertamente eso no era lo importante en este nuevo dilema, pues si sus suposiciones eran acertadas, Min Yoongi lo tenía cautivo, a él y a su hijo.

¿Cómo haría para poder acercarse, para rescatarlos?

Miles de escenarios de Taehyung en condiciones deplorables atacaron sus sentidos, y se permitió echarse a llorar una vez más.

Su mirada borrosa recorrió con melancolía sus manos, las mismas manos que hace solo minutos atrás tuvieron el privilegio de percibir la calidez de quién creía su hijo.

Una sonrisa estúpida se pintó en su rostro cuando recordó los balbuceos del infante, y fue hasta ese momento que aquel dato que tanto ruido había estado causando en su cabeza desde que supo el nombre del pequeño príncipe, llegó a su mente como un huracán de certeza. Convenviendolo de que indudablemente su sangre corría a partes iguales con la de Taehyung en ese diminuto ser.

En medio de su divagacion, pudo percibir un ligero movimiento a su costado, llamando su atención y haciéndolo entrar en pánico. Se había deshecho de su saco negro, y su camisa estaba desabotonada hasta la mitad, suponía que su cabello estaba revuelto, y sin duda alguna, tenía el rostro hinchado por las lágrimas derramadas con anterioridad.

Desesperado por no querer parecer un demente, se apresuró a abotonar su camisa, y peinar como bien pudo su largo cabello, pasando sus dedos por las hebras húmedas por el sudor.

Cuándo se sintió medianamente decente para dar a la cara a quien fuera que estuviera rondando a esas horas por el jardín, se giró con lentitud por sus talones, esperando todo, cualquier cosa, menos lo que sus ojos capturaron al posarse en la figura misteriosa que se difuminaba entre las sombras de los arbustos.

Sus pupilas se dilataron, y sintió a su corazón detenerse, el temblor en sus manos se hizo presente, y nuevamente, una lágrima resbaló por su mejilla.

– Taehyung...

Murmuró atónito, y tan quedito que la figura en la lejanía no alcanzó a escucharlo.

¿Podría ser él?

Desconcertado y atontado por su creciente dopamina, avanzó unos cuantos pasos más, pero se detuvo al instante, en el que vió esa sonrisa cuadrada en su rostro, al tocar los pétalos de las peonías del jardín.

Era él, estaba seguro que era él.

– ¡Taehyung! — volvió a llamarlo está vez alzando la voz, ocupando en ese desesperado lamento, toda la energía que le quedaba.

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