20| EL PRÍNCIPE DEL SOL

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Las cadenas del pasado

Parte uno.

Se dice que el corazón de un doncel y una mujer, son mundos desconocidos; tierras que los hombres jamás terminarán de conocer por completo. Tan misteriosos como peligrosos, y a la vez, tan predecibles y dulces, que todos desean poseerlos y reclamarlos como suyos, para así, poder alardear de su tan increíble hazaña frente a los otros desdichados que no pudieron alcanzar la victoria. Objetos de tan alto valor, que una simple caricia logra turbarles los sentidos por completo, pero por más deseables que sean, terminan siendo eso, solo objetos. Terrenos que una vez conquistados pierden el valor tan alto que les fue otorgado, y terminan usados, ultrajados y olvidados con el paso del tiempo.

Para el Barón Dong TaeMin; Jimin siempre fue la estrella más brillante del cielo, una preciosa flor que a simple vista aparentaba ser delicada, pero al acercarte, sus espinas alcanzaban a herirte hasta dejarte moribundo. Jimin, el precioso doncel hijo del Conde Park, era sublime, exquisito y perfecto en toda la extensión de la palabra.

Inalcanzable.

Para nadie era un secreto que la mayoría de las mujeres casaderas en el territorio Perciano, aspiraban al trono, o mejor dicho, al compañero que ganarían una vez llegarán a el; y Jimin no era la excepción. Desde muy joven, su padre lo había involucrado directamente con la corte, conociendo así, a todos los integrantes de las familias poderosas de su reino, siendo los Min, la familia de la corona, el joven doncel había soñado con convertirse en el consorte del Rey.

Algunas veces, cuando la oscuridad se come al Sol, el doncel rubio suele recordar esas preciosas noches en las que compartió la cama con el príncipe heredero en aquel entonces. Los besos desesperados por más, esas caricias ardientes sobre su piel, y los gruñidos placenteros en su oído.

El Rey descarado, le robó la pureza, así como su corazón. Mismo corazón que quedó completamente destrozado cuando el pelirrojo permitió que el matrimonio con el Barón Dong, -quién era su mejor amigo de la infancia y mano derecha- diera lugar. Jimin tenía solo diecisiete años de edad; su ingenuidad era tanta, casi como el amor que sentía por el monarca, y contrareo a molestarse, lo acepto.

Aceptó que el rey decidiera su destino, que rebajará su título a un simple Barón, y desechara por la ventana todo el amor que le tenía.

Yoongi había sido muy claro respecto a su relación de antaño. Jamás le prometió más de lo que podía ofrecerle en ese entonces, que no eran más que unas cuantas noches en las que ambos podían obtener placer.

Park Jimin, a pesar de resultar herido, jamás le guardó rencor, e hizo lo que cualquier noble de su reino haría: aprender a amar y convivir con su esposo. Dong TaeMin, a pesar de ser unos cuantos años mayor que él, jamás le pareció repugnante, y su actitud enamorada, totalmente romántica a su persona, logró sembrar en su corazón un amor que poco a poco fue dando frutos. Con el tiempo y gracias a los tratos dóciles de su esposo, terminó por erradicar ese sentimiento de enamoramiento dirigido al monarca; y se dedicó a amarlo solo por lo que representaba como persona y regente. Por ese motivo, cuando el pelirrojo le pidió ser el pradino del príncipe, el dolcel rubio no se negó, y agradeció gustoso ese gran honor que estaba otorgándole.

Jimin era leal a él, y así como en el pasado, estaba decidido a hacer cualquier cosa por su Rey y ex amante.

•••

Las puertas de la catedral estaban por cerrarse cuando el matrimonio Dong, entró despavorido esquivando a los guardias de la entrada. Afortunadamente para ambos, el Papa no había hecho aparición; así que ajetreados y acalorados por el largo recordido, Jimin y TaeMin llegaron frente al altar con una expresión de alivio.

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