02| TE AMO DE ESTA MANERA

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Sus ojos recorrieron con curiosidad el interior de la enorme habitación en la que se encontraba, tratando de no perderse ni un solo detalle de ésta, pues, pese el tiempo que llevaba viviendo dentro del palacio de su majestad, jamás se le permitió conocer el lugar que estaba predestinado a compartir con el príncipe heredero.

Las paredes eran serias e imponentes, decoradas con un papel en tono beige y figuras que más allá de ser decorativas, significaban el poderío absoluto de la familia Jeon dentro de los dominios del palacio. Los muebles que la conformaban, estaban adornados con vasijas y diminutas estatuillas hechas de oro. Las cortinas de encaje cubrían por completo las ventanas, por lo que, solo la tenue luz de las velas iluminaba el lugar, siendo suficiente para poder apreciar lo espacioso de la habitación.

Justo en el centro, a un costado de las puertas, se encontraba una enorme cama, con un dosel resguardando su lecho con sedas y tul rojos, atados a la madera con impecables moños del mismo tono, dejando a su vista las sábanas lisas.

Su atención permaneció en ese lugar en específico por un largo rato, pues su mente comenzó a divagar. Ese era el espacio que compartiría todas las noches con su príncipe soñado, con el formidable caballero al que había unido su vida hace unas cuantas horas atrás. Y no pudo evitar el sonrojo que invadió su rostro al pensar en lo que era lo que debía ocurrir en cuanto su esposo se hiciera presente.

Se imaginó a sí mismo fundiéndose entre sus fuertes brazos, besando sus adictivos labios hasta gastar los propios, y amándolo con tanta fuerza que lograría ablandar su coraza impenetrable.

Quizás estaba exagerando, guiándose por su empedernida personalidad romántica al creer que el matrimonio, era vivir en una eterna luna de miel; pero él no sabía a lo que realmente se enfrentaba, a los problemas y obstáculos que debía superar junto a Jeon Jungkook,  pues no solo viviría como un esposo, sino que también, como el rey consorte de su amada patria.

Jamás tuvo el delicado consejo de una mujer para guiarlo en esa aventura a ciegas en la que fue obligado a embarcar, pues, desafortunadamente, su madre, la duquesa de Céndia, había muerto unos cuantos meses después de darle a luz, por lo cuál, no tenía muy claro qué era lo que pasaría después portar la alianza de oro sobre su anular izquierdo.

Su nana, le había explicado algunas cosas básicas; entre ellas estaba la absoluta obediencia, el guardar silencio y hablar solo cuando su opinión fuera requerida. Actuar de manera educada, sufrir en soledad sus inconformidades, por último, pero mucho más importante que todo lo anterior, estaba el no negarse jamás al tacto de su esposo, dejarse hacer y nunca rechistar, pues la consumación de su matrimonio era la clave para que las cosas funcionarán con eficacia, y darle un heredero varón al reino, sería su única tarea, su única prioridad.

La cuestión estaba en qué Taehyung no sabía lo que significaba consumar su matrimonio, y tampoco el cómo lograría traer al mundo a un heredero.

¿Cómo se suponía que su hijo llegaría a su vientre?

Por más que intentó darle una respuesta a esa incógnita, no lograba encontrarla, y parecía que nadie quería explicarle cómo llevar a cabo esa tarea tan importante, pues cuando le preguntó a sus nuevas sirvientas, ellas simplemente se sonrojaron y evadieron responder con claridad.

“Lo sabrá cuando suceda.”

Después de perderse en los posibles escenarios que viviría como un doncel casado, las doncellas aparecieron nuevamente frente a él. Lo subieron sobre un banco de madera para retirar todas las capas de tela que conformaban su bonito vestido de bodas, dejándolo en ropa interior y guiarlo a una tina de agua tibia y aromatizada con pétalos de rosas blancas y jazmines del mismo tono, simbolizando su pureza; lavando por segunda vez en el día su cuerpo y cabello, preparándolo para larga noche que le esperaba. Humectaron su piel con aceites de lavanda, damiana y maca, enfocándose en las coyunturas y cuello antes de cubrir su desnudes con una fina túnica blanca que le llegaba solo un poco más abajo de las rodillas, exponiendo sus clavículas y hombros por el corte irregular. La transparencia era excesiva, tanto que logró avergonzarse un poco, pues sabía que si lo miraban a contraluz, podrían ver con facilidad el color y la dureza de sus pezones, su masculinidad y las curvas naturales de su cuerpo.

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