17| LA SANGRE LLAMA

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¿Cuánto tiempo se puede mantener uno bajo el agua? ¿Cuánto tiempo resisten tus pulmones sin obtener oxígeno?

¿Podría ser una eternidad?

¿Cuánto tiempo más podrás fingir que no lo amas, que no lo extrañas?

¿Cuánto tiempo durarás sumergido bajo las aguas de la cobardía?

Cuándo el Duque Kim apareció frente a su puerta luciendo tan demacrado, el corazón del doncel se apretó, y deseó contarle toda la verdad, deseó decirle que su hijo estaba vivo, que él lo salvó de la miseria, y que sabe dónde está; pero no lo hizo, no pudo hacerlo. No cuando el recuerdo de esa noche en la que Hoseok fue a buscarlo a la enfermia se proyectó en su mente; no cuando vio al doncel colgado de esa feroz cuerda que estaba por terminar con su vida; no cuando el dolcel le suplicó por ayuda, con esos ojos miel tan parecidos a los de la persona que amó, a la persona que lo salvó a él, no podía defraudarlo, no traicionaría la confianza que Taehyung depositó en él.

Pero le dolía ver al hombre así, tan desalineado, muerto en vida.

No tiene idea de cómo llegaron a esa posición, quizás, fue el pánico de creer que alguien los vería, o quizás fueron sus ganas de consolarlo, de abrazarlo y dejarlo llorar a rienda suelta en su regazo. Mientras las lágrimas del hombre de su vida empapan la tela de su camisa, sus propias manos se enredan por los cabellos castaños, admirando esas escasas canas que el tiempo ha pintando en su cabellera, otorgándole en suaves cacrias la atención que necesita.

El Duque Kim, puede ser un arma letal. Una bestia sin escrúpulos y empatía a la hora de atacar. Calculador y metódico como ningún otro hombre en la tierra, frío, árido, desértico; pero con él, con Seokjin, puede bajar sus barreras, se permite mostrarse tal cual es. Solo Namjoon, solo un hombre común, que siente, que ama, que extraña y que añora.

El mismo hombre que puede liderar un ejército, y destruir un imperio entero, es el mismo que ahora solloza desconsolado en su regazo, envolviendo con sus brazos su torso tan fuerte como si fuera a irse, como si no quisiera que se fuera. Y le rompe el corazón, no poder hacer más que brindarle consuelo.

– Lo lamento. — se atreve a decir el doncel en un susurro casi imperceptible. — Lamento no poder darte la respuesta que necesitas.

– Lo extraño tanto. — se queja con el corazón lastimado. — Mi Taehyung era mi vida, mi mas grande amor, el niño de mis ojos... — el hipido de sus lágrimas lo interrumpe. Aspira profundamente el aroma que desprende el doncel de mirada amatista, intentando calmarse, intentando sentir su esencia en la piel, en los huesos, en su alma, pero no lo consigue, porque no es a Seokjin a quien necesita, es a su hijo. — Yo soy el único responsable de su muerte. Lo resguarde en una caja de cristal, una en la que el mundo no pudiera lastimarlo, privandolo de crueldad, enfrentandome a todo aquel que se atreviera a mencionar su precioso nombre con su sucia boca. Pero erre, me equivoqué, lo envié a la guerra sin enseñarle a defenderse, creyendo que yo estaría ahí siempre, que yo... q-que yo lo cuidaría, pero no me di cuenta, debí darme cuanta que su sonrisa no era sincera, que el brillo de su mirada se apagó, que su alma lo abandonó. No lo protegí de él mismo, no lo protegí de mí, de mi egoísmo.

» Mi niño era tan bueno, Jin. – volvió a enterar su rostro en su vientre, dejando que sus lágrimas corrieran libres, esperando que la tormenta cesara. — Y no se cuánto sufrió, no sé que es lo que ocurrió para que decidiera tomar esa decisión. ¿Cómo pudo abandonarme? ¿Por qué me dejó? ¿Por qué todos me alejan?

Esa última pregunta entro directamente al corazón del doncel, como una daga empapada en veneno.

– Y-yo...

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