08| EL BAILE

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El día de la coronación del príncipe de Percia había llegado. La gente del palacio se encontraba muy ocupada decorando y dejando todo listo para la ceremonia y el grandioso baile que estaban por dar. Era un día de alegría, festejo y regocijo. Si bien la muerte de su Rey fue una perdida demasiado dura de sobre llevar, sabían que estaban en buenas manos, y el nuevo Rey era alguien en quien podían confiar. Un hombre calculador, fuerte e inteligente, alguien feroz cuando algo le molestaba, pero increíblemente caritativo y empático con su pueblo.

Era simplemente el equilibrio perfecto entre el bien y el mal.

"Encontrarás el arcoiris incluso en la tormenta más atros"

Era algo que Min Yoongi repetía con frecuencia ante las adversidades.

Sin duda alguien digno de admirar.

Un hombre con cientos de cualidades impecables: fuerte, amable, educado, inteligente; y no conforme con todo eso, también era sumamente atractivo, con presencia y porte elegante.

Min Yoongi tenía todas las cualidades deseadas. ¿Y que era lo mejor?

Que estaba enamorado...

El príncipe pelirrojo se había encargado personalmente de que la habitación en la que Taehyung se
hospedaría en su estadía en Percia, fuera digna de él, y aunque le hubiera encantado enviar a la mierda a Jeon Jungkook, sabía que por el momento, debía soportar la idea de los dos compartiendo la misma cama.

Después de todo, ahora que sería un Rey poderoso, tomar aquello que anhelaba, no sería tan difícil de conseguir. ¿O sí?

El sonido de las campanas retumbó por toda la catedral. Aplausos y gritos alegres se alcanzan a colar por las gruesas padredes de concreto, dónde la ceremonia de coronación dió lugar, en la iglesia de la capital, rindiendole honor a las vidas que estaba a punto de guiar, alimentar y proteger. Su amado pueblo, el reino de Percia.

La capilla resaltaba por las innumerables esculturas de mármol, todas contando una historia. Los altos techos decorados con pinturas preciosas de angeles, querubines y santos danzando en el cielo, flotando en las nubes. Las grandes ventanas atrayendo con armonía la cálida luz del cielo, y perfectamente colocadas para iluminar el altar dorado hecho de oro.

Hermoso, y malditamente tranquilizante.

Los lirios siempre fueron el emblema del reino, simbolizando el honor y poder. Y por supuesto que está bella flor no podía faltar en un día tan especial e importante para el reino.

Muchos podrían pensar que la manera en la que te vistes, es el como te sientes, como te ves por dentro. Pero entonces, ¿Por qué todo el mundo portaba ropajes tan alegres y de colores tan llamativos?

La respuesta es más simple de lo que parece. Y es que todo el mundo tiene la mente jodida; la sociedad los obliga a ponerse una máscara para ocultar su verdadero ser, su verdadero yo.

Todos encontramos placentero encajar, agradar y gustar. Es por eso que las mujeres presentes en la ceremonia, llevaban puestos sus mejores vestidos, con los corsets tan ajustados, que les impedía respirar, pero valian la pena, pues resultaban su busto, queriéndose ver apetecibles, deseables e inalcanzables. Mientras que los caballeros a su lado, terminaban viéndose como seres imponentes, poderosos e inquebrantables; claro, pero vistiendo acorde a la celebración.

¡Dios no quiera que su vulnerabilidad salga a la luz!

El obispo, por su parte lucía prendas en un blanco marfil, puro, pulcro e impecable. Haciéndole honor a la "pureza" de su alma para llevar a cabo la divina coronación de un nuevo monarca.

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