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Kento knockeo a su pareja ante sus palabras y ahora de suerte lo tenía recostado en sus piernas sin saber cómo vergas lo iba a bajar al llegar a la entrada del tren, Satoru se veía tranquilo, su cabello algo alborotado, sedoso, largo pero manejable, sus pestañas, que a pesar de que no eran largas tampoco eran cortas, sus manos, sus dedos, su nariz, aunque no lo dijera en voz alta, todo lo que hacía que Satoru Gojo fuera Satoru Gojo, le fascinaba hasta el alma, desde su apariencia hasta su forma de ser, le encantaba demasiado que podría vomitar.

Su cabeza fue descendiendo poco a poco, como si tuviera miedo de que se despertara si se mueve demasiado, su frente se posó sobre la frente cubierta de hebras blancas, sin importarle que la postura fuera mala para su espalda, sus brazos envolvieron el cálido cuerpo acomodandolo en sus muslos y lo apretó solo un poco más, la calidez que emanaba su cuerpo lo arrullaba y la sonrisa que su cara exhibía hacia que le dolieran sus cachetes y que sus ojos se cerraran, se sentía tan feliz y su sonrisa se ensanchó al abrir sus ojos y ver a esos ojos que le recordaban al cielo observándolo desde abajo, el hombre peliblanco se veía majestuoso.

-Todo bien, cariño?- Le dijo, con esa voz ronca y adormilada que lo arrullaba por la noches y que hacía a su corazón latir con más fuerza.

Kento no respondió, solo siguió sonriendo para después depositar un beso en la frente, uno tan delicado dónde si Satoru no se concentraba, no lo percibía, se despegaron poco a poco y Satoru se sentó por completo sin bajar sus piernas de las otras.

Kento sintió el calor en sus muslos nuevamente y se exaltó ante el peso sobre el, su mirada volvió ante la cara que se encontraba frente a el, Satoru lo apretujo con sus piernas para que no se moviera mucho y coloco sus brazos al rededor de sus hombros para disminuir el movimiento, estaban a diez minutos de llegar a la pequeña estación donde abordarían el tren antes de que Satoru tuviera que enfrentar su destino, las manos de Kento se posaron sobre las caderas del hombre encima suyo intentando retenerlo, no pudo, en el momento en el que las caderas encima suyo comenzaron a moverse, unas cuantas neuronas se murieron, y como culparlo, sus pocos encuentros sexuales que tuvo fueron con su relación pasada, los cuales no eran así y fueron hace años, era como si la abstinencia lo hubiera vuelto a hacer un flaco de secundaria que había descubierto su primera revista porno, podía sentir como su prometido comenzaba a restregar su bulto bien formado encima del suyo a medio formar, ya estaba bien ido ese wey, y como no, si Kento ya se había dado cuenta desde el baño, por eso hizo su mejor intento al dormirlo con la fé en alto, pidiendo que se le bajara si dormía un poco, que tal parece, no sucedió.

La fricción era tortuosa, mandaba esas olas de placer tan abrumantes, que al desaparecer aunque sea por un segundo, te hacía caer en el borde de la desesperación.

El rubio observo de reojo cuánto faltaba para llegar, tuvieron suerte de que en la cabina de enfrente no hubiera nadie viendo hacia ellos y por atrás estaba vacío.

Satoru bajo su cabeza mientras aceleraba la velocidad en la que frotaba, lo cual causo que su entrepierna se separara de su pareja, beso como pudo al hombre bajo suyo mientras sigilosamente bajaba el cierre de su pantalón dejando su ropa interior a la vista y una montañita de fuera.

La mano larga y huesuda del albino de movía de arriba hacia abajo utilizando sus uñas para acariciar lentamente el pene de su prometido y comenzaron un beso donde Nanami sentía que no podía jalar el aire bien, comenzaba a gimotear sin querer y sentía su cuerpo temblar desde el centro.

Dejó de sentir el tacto.

Humedad.

En qué momento Satoru se había inclinado y bajado el calzón??

No lo sabe y no quiere saberlo, solo desea concentrarse en la calidez de esa humedad contrastante al frío de la lluvia que apenas se había dado cuenta que comenzaba; Kento no sabía dónde colocar sus manos entonces para liberar tensión comenzó a jugar de forma retnida con las hebras de pelo blanco, les daba un tirón por aquí y un tirón por allá, las pequeñas vibraciones que sentía en su pene a causa de los sonidos de Satoru lo hicieron perder la razón, sintió como el hombre hincado frente comenzó a frotarse contra su pierna al ritmo de su propia boca y cada vez más rápido, Nanami hizo su cabeza hacia atrás e intento empujar la cabeza que se aferraba a su entrepierna, no pudo, se vino en la boca de Satoru y este rápidamente cerro su boca y los arreglo a los dos.

Llegaron a la zona de abordaje a tiempo y el rubio con la mente por las nubes, tuvo que entregar sus boletos por los dos ya que Satoru no podía hablar.

Iba feliz, como un niño al que le acaban de dar su dulce favorito, llegó a su asiento y se sentó como el niño bueno que era y con la boca llena.

Nanami se sentó frente a el y lo observo, embriagado en el elexir del placer con una onza de adrenalina que acababa de saborear por primera vez.

Nadie dijo nada, uno porque no sabía que decir, y el otro, porque no podía.

El vehículo se llenaba cada vez más y los murmullos aumentaban de volumen poco a poco, pero llegó un momento donde la gente se detuvo y al ser de noche el murmullo disminuyó.

Un parpadeo, Satoru lo estaba besando, pasándole la mitad de su escencia a la boca y tragando el resto, Kento se iba a ahogar y por consecuencia la tuvo que tragar, comenzó a dar pequeñas tocecitas hasta que se fue hacia su estómago, sacado de pedo, miro al hombre frente suyo, el cual, ahora se encontraba sentado en el suelo con los brazos y cabeza encima de sus piernas mientras conciliaba el sueño, Nanami lo miró, y sin decir nada más, lo subió sobre su piernas nuevamente y acaricio su cabeza hasta que ambos quedaron profundamente dormidos.

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Escribí esto mientras la mamá de mi mamá rezaba para que me fuera a dormir.

Amor a solo un taco [Nanago]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora