XXXI

223 23 1
                                    

Blanco.
.
.
.
.

Eso fue lo primero que Nanami vio al abrir sus ojos.

Sus ojos se ajustaron a la luz y se dió cuenta de que al haber viajado muy entrado en la noche en autobús hizo que las 10 horas en el autobús incluyendo paradas intermitentes y el tráfico en la casetas, concluyeran con el sol en vez de la luna,se estiró tanto que causó que su cabeza diera vueltas.

Ya más estable se dió cuenta que la parada todavía se observaba a unos cuantos kilómetros de distancia, busco a su prometido en su regazo sin encontrar rastro suyo.

Pánico.

Miedo.

Preocupación.

La taquicardia lo comenzó a atacar a los segundos de haberse dado cuenta de que su hombre no estaba a su vista, observo al rededor suyo, no había pelo blanco, se paro y en el momento en que dispuso a salir de su asiento para buscarlo, su preocupación se disparó hacia el reciente sonido de la puerta del baño del autobús, fue hasta ahí, dónde se percató de la luz que indicaba si el baño estaba ocupado o no, y finalmente soltó el aire, permitiendo que sus pulmones respiraran, frente a él estaba Satoru con el cabello mojado y una playera que no recuerda haber visto la noche anterior.

-Hola guapo, pasas mucho por acá??- Gojo recargo sus manos en sus pechos y Nanami quiso reír, nego con su cabeza y regresaron al asiento, ya acomodados finalmente vieron como a la vista estaba la entrada a la cuidad, entonces Satoru le marco a su hermano.

Un tono.

Dos tonos.

Tres tonos.

El peliblanco iba a dejar perder la llamada cuando se escuchó como contestaban la línea.

-Megumi??

-Bueno??- su hermanito se escuchaba ronco y medio ido.

-Estás bien wey?, te escuchas bien culero.- sintió un toque en su hombro, mostrando preocupación por el chico.

-No, es que nos acabamos de despertar, Nobara nos invitó a su casa y nos quedamos a dormir, pero la pendeja aún ni se para, Yuuji tampoco.

-Ah ya, bueno, perdón si te desperté es que te iba a avisar que ya llegamos, ahorita yo creo que va a venir papá por nosotros, pero quién sabe, ya sabes cómo es ese viejo, si no, pues mandara a un asistente.

-Con cuidado, como está Nanami??

-Está bien, creo que acaba de despertar porque viene cabeceando otra vez, bueno, te mandé dinero para que salgan a desayunar con Nobara o algo, regresamos en unos días va?

-No tenías que, pero gracias, porque no han comprado nada y no sé ve que vayan a despertar en un rato, se van con cuidado. Nos vemos y dile a tu novio que estoy alimentando bien a su cría.

-Ya estás wey, ahí les llevo un chivo de regalo o algo.

Le colgó. Satoru dió unas pequeñas risas en su lugar y acaricio a Kento.

-¿Qué te dijo?- Nanami se acurrucaba en su cuello, como si intentará aspirar por completo la escencia del peliblanco.

-Que están bien, puede que vayan a desayunar pero Nobara y Yuuji aún no se levantan y dice que no te preocupes por tu cría, que lo está alimentando bastante bien.- Está vez, fue Nanami quien soltó una risa y un gracias.

En minutos habían llegado a la estación y se dispusieron a bajar sus cosas, salieron y ahí vieron al asistente de los papás de Gojo.

Un hombre cuyo nombre no recordaba en absoluto, se acercó a ellos.

-Buenos días joven Satoru, espero que haya tenido un viaje ameno, permítame- agarro todas las cosas y se las llevo a la cajuela.

Gojo también recogió a su prometido ya medio moribundo por el sueño y lo cargo hasta el auto como si fuera una princesa.

Ya con todos en el coche comenzaron un viaje en un tortuoso silencio.

Paso una hora? Kento no lo sabe, pudo haber pasado una hora, dos o incluso minutos, pero al ver qué estaba entre los brazos del hombre que amaba y una sonrisa tranquilizante era mostrada ante el, duda que el tiempo fuera su prioridad.

-Descansaste bien Ken?

Si voz no salía por la resequedad, pero asintió, el auto se detuvo frente a una casa enorme, a lado de veía un rancho con caballos, toros y más que nada, borregos, docenas tras docenas del animal con el que hacían la barbacoa.

Nanami vio a Gojo, no sonreía, se veía preocupado, se veía intranquilo, era completamente opuesto al hombre con el que viajo desde Japón, observo como su cuerpo estaba ligeramente tensado, sus manos se movían sin una estructura o ritmo fijo, sus ojos divagaban, se veía drogado a más no poder, a pesar de que para Kento, era obvio que no lo estaba.

-Sato, todavía podemos dar la vuelta- un apretón en su mano.

El otro, ebrio con sus pensamientos no dijo nada, solo movió su cabeza en negación.

-Vamos- Sin esperar a nada y nadie, tomó la mano de su pareja y se adentraron en la casa.

El silencio les dio la bienvenida, y la soledad que Satoru ya bien conocía, le daba la mano nuevamente.

Subiendo las escaleras, consumido por el rencor, el rechazo y el abandono, llegó al cuarto cuya puerta tocó tantas veces de niño, esperando una respuesta, esperando que está se abriera para obtener consuelo ante sus pesadillas. Iba a purificar esa habitación, que para él no era más que un cuarto sucio, lleno de impurezas, él iba a limpiarlo para obtener la satisfacción que tanto había deseado.

Nanami no hablaba, no sabía que decir, ni que pretendía, pero entendió un poco las intenciones de su futuro marido cuando lo arrastró de su camisa hacia la cama matrimonial, más grande que para dos personas.

El rubio estaba postrado justo en el centro de la cama, blanca como la nieve, siendo el centro del mundo, así como lo era para el de Satoru.

Las manos pálidas y largas comenzaban a jalar sus prendas, quitando todo en su camino.

¿Y él? Él se dejó ser. Porque al final.

¿Quién era Nanami Kento, como para negarle algo a Gojo Satoru?




Amor a solo un taco [Nanago]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora