Joy no cambiaría esa noche por nada en el mundo.
No recordaba la última vez que se había divertido tanto. No podía decidir qué había disfrutado más: si el Shepherd's pie, el karaoke en línea o la competencia de imitar rutinas de baile con canciones de los 80.
Tate había confiado en tener ventaja por haber nacido en esa década, pero Joy dejó en claro que subestimarla era el peor error que podía cometer.
Con Marigold como única testigo, convirtieron el estudio en su fiesta privada, bailando, cantando y saltando por doquier.
Para su sorpresa, Joy descubrió que su compañero de casa no solo era bueno actuando, también cantaba y bailaba, y él parecía no darse cuenta.
También descubrió que, a pesar de ser un hombre intelectual, conservador y tranquilo, tenía un lado divertido y un poco alocado. No le importaba hacer el ridículo con pasos graciosos o expresar sus emociones en el karaoke. Y eso reconfortó a Joy, porque había encontrado a alguien que no se burlara de sus extraños pasos o de lo mala que era en el karaoke.
Y, por último, descubrió que Tate era un devoto fanático de Donna Summers, la reina de la música disco.
Su madre lo aprobaría de inmediato.
En ese momento, seguían bailando al compás de una balada lenta, Careless Whispers. Tate tenía una mano en la parte baja de la espalda de Joy, acercándola hacia él, mientras que ella envolvía sus brazos alrededor de su cuello. Habían bailado juntos varias veces esa noche, por lo que se movían en perfecta sincronía. Él guió el baile y Joy siguió todos sus movimientos. Tenían una química natural y sus cuerpos se movían juntos sin esfuerzo.
Joy esbozó una sonrisa.
A medida que la canción fue cambiando a un ritmo más lento, Tate fue acercando un poco más el cuerpo de Joy. Ella apoyó la cabeza en su pecho y se aferró a él. Ambos corazones latían con rapidez. Tate se inclinó y le susurró al oído:
—Disfruté mucho esta noche.
Con las mejillas sonrojadas, Joy clavó su mirada en Tate. Había disfrutado cada instante de aquella noche y deseaba con todas sus fuerzas que no llegara a su fin. Anhelaba seguir aferrándose a él, riendo, cantando y bailando juntos, como alguien normal. Quería preservar esa chispa que había surgido entre ellos mientras se movían en armonía. Ansiaba que su corazón siguiera acelerándose de emoción cada vez que sus miradas se encontraban. Deseaba experimentar esa química natural y peligrosa que los envolvía cuando se rozaban.
La idea de vivir ese momento por siempre se apoderó de ella.
La electricidad en el aire era palpable, cargada de anticipación, como si ambos se sintieran irresistiblemente atraídos pero estuvieran luchando con la incertidumbre de cómo dar rienda suelta a esos sentimientos.
Aquella sensación estaba consumiendo a Joy, amenazaba con desbordar sus pensamientos y emociones. Si continuaban así, sin tomar una decisión, estaba segura de que perdería la razón.
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Los miedos que guardamos [TERMINADA]
RomanceUna escritora con miedo a salir de casa y un editor compitiendo por un ascenso, deben colaborar para lanzar la novela que podría transformar ambos destinos. ~⋆ ✦ ⋆~ Joy Chapman era una prometedora escritora de libros infantiles, hasta que su mundo s...