Tate no logró conciliar el sueño esa noche. Tampoco tomó su taza de café matutina en su lugar habitual ni salió a correr por el Circuito Scorrybreac, como lo había hecho la mañana anterior. En cambio, permaneció recostado en el sillón de la pequeña sala de Rae, aún en pijama, mientras contemplaba el techo y se cuestionaba las decisiones que había tomado en su vida.
No había nada más adulto que lamentarse sobre uno mismo.
El florero con margaritas sobre el mesón de la cocina le recordaba su error una y otra vez. «No debí mencionar a su madre», se reprochó.
Por supuesto que no. Había sido insensible de su parte, considerando que todas las desgracias de Joy habían comenzado aquel día que la perdió.
A su favor, Tate podía asegurar que nunca había tenido la intención de mencionar a Gwendolyn Chapman. En realidad, había imaginado aquel encuentro de una forma distinta. Había planeado acercarse a la florería para comprar flores para Rae y, durante esa visita, iniciar una conversación casual con Joy. Su intención era mostrarse espontáneo y divertido, de manera que ella no se sintiera incómoda en su presencia.
Sin embargo, las cosas no habían salido como Tate las había imaginado. Se lamentaba por haber forzado el encuentro, empezando por el hecho de que él no era espontáneo ni divertido; y, por esa razón, había sido prácticamente echado de la florería.
«Ella me odia».
Ahora debía encontrar una forma de disculparse.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Rae, entrando en la sala—. ¿Dormiste aquí?
Ella caminó hacia la cocina, un espacio amplio y abierto que ofrecía vistas a la sala, el comedor y el pasillo que conducía a las dos habitaciones. El lugar tenía un estilo rústico y renovado, pero conservaba un aura de nostalgia y recuerdos. La casa había sido el hogar familiar durante la infancia de su tía y sus hermanos, pero tras la muerte de sus abuelos y la independencia de sus hijos, había quedado vacía y desatendida. Sin embargo, hacía un año, Rae había decidido remodelar parte de la propiedad antes de que ella y su tía regresaran a Portree. Habían vendido la casa en Londres, donde Tate había crecido junto a ellas, y habían vuelto a establecerse en este lugar lleno de historia y recuerdos.
—¿Tate?
Él levantó la mirada y se encontró con los ojos de Rae. Ella sostenía una taza de café en la mano, lista para comenzar su día de trabajo. Su cabello estaba recogido en dos largas trenzas y llevaba su característica vestimenta oscura: unos jeans y una blusa sin mangas que dejaban al descubierto sus brillantes tatuajes.
—Solo quiero agradarle a Joy —respondió, retomando sus pensamientos sobre la joven—. ¿Sabes cuáles son las galletas o chocolates que más le gustan?
—¿Por qué? ¿Ya hiciste algo para molestarla, tan temprano en la mañana?
Tate relató su encuentro del día anterior.
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Los miedos que guardamos [TERMINADA]
RomantizmUna escritora con miedo a salir de casa y un editor compitiendo por un ascenso, deben colaborar para lanzar la novela que podría transformar ambos destinos. ~⋆ ✦ ⋆~ Joy Chapman era una prometedora escritora de libros infantiles, hasta que su mundo s...