Dos noches después de su conversación sobre el atentado, Joy despertó en la madrugada con una sensación de melancolía en el pecho. Con cuidado, para no perturbar el sueño de Tate, se sentó en la cama y supo en lo más profundo de su ser que necesitaba hablar con su madre.
Con pasos suaves, recogió su camisón del suelo donde Tate lo había arrojado horas antes, y Marigold se movió entre sus piernas mientras se dirigía hacia el jardín. En silencio, ambas inspeccionaron el Rowan, dejando que la quietud nocturna las envolviera. La gata saltó a una rama alta y Joy se acomodó entre las raíces del árbol, buscando un refugio para su corazón afligido.
Cerrando los párpados, Joy se permitió relajar su respiración, mientras contaba los latidos de su corazón. Fue entonces cuando sintió una nueva presencia a su lado, un susurro en la brisa que la rodeaba.
—Le conté a Tate sobre lo que ocurrió aquel día —murmuró Joy, luego de compartir una larga mirada con su madre.
Gwendolyn sonrió, iluminando su rostro con una expresión aún más cálida.
—Al fin lo hiciste. Estoy orgullosa de ti. Fuiste muy valiente.
«¿Valiente?»
Un nudo se formó en la garganta de Joy. La opresión de las emociones que había llevado consigo desde la otra noche. Los recuerdos revividos se volvían asfixiantes.
—No me siento valiente en absoluto.
Joy pronunció sus palabras en un susurro apenas perceptible, pero su madre captó su mensaje y frunció el ceño en señal de desaprobación.
—Pues a mí me parece que lo eres. Después de todo lo que has vivido, levantarte cada mañana y seguir adelante me parece no solo un acto de valentía, sino de amor.
Los labios de Joy temblaron y, de repente, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y a empapar sus mejillas mientras se sentía abrumada por la tristeza y la impotencia que la invadían.
—¿Dolió?
La pregunta fue inesperada, pero ambas sabían a qué se refería. El semblante de su madre se suavizó.
—No, cariño, fue como quedarse dormida.
Era la primera vez que hablaban sobre aquel momento, después de tantos meses de evasión.Recordar era indescriptiblemente doloroso porque ese hecho los había marcado para siempre.
—S-si hubiera hecho algo... —Joy tartamudeó en medio de un sollozo.
—No había nada que hubieras podido hacer —repuso su madre con firmeza—. El destino eligió ese camino para mí.
Joy dejó que las lágrimas siguieran fluyendo, como si de alguna manera liberarlas pudiera aliviar su dolor. En ese momento, llorar era su forma de expresar la carga de culpa y la sensación de inutilidad que la consumían.
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Los miedos que guardamos [TERMINADA]
RomanceUna escritora con miedo a salir de casa y un editor compitiendo por un ascenso, deben colaborar para lanzar la novela que podría transformar ambos destinos. ~⋆ ✦ ⋆~ Joy Chapman era una prometedora escritora de libros infantiles, hasta que su mundo s...