—¡Claro que no estoy celosa! —espetó Joy mientras recogía los frutos del Rowan durante el atardecer.
Marigold, desde una de las ramas, soltó un maullido como si expresara su incredulidad.
—Bueno, solo un poco —admitió al fin, mordiéndose los labios.
¿Y cómo no iba a estar celosa? Tate aún no había regresado a casa y ya estaba oscureciendo.
«¿Y si no regresa?», replicó aquella voz insegura en su mente.
La pregunta se repetía una y otra vez, escapando desde lo más profundo de su mente, donde Joy luchaba por empujarla y evitar enfrentarla. Era una tortura y se sentía más celosa de lo que estaba dispuesta a admitir.
—Regresará pronto —dijo en voz alta, sin estar segura a quién se lo decía, si a Marigold o a sí misma.
La gata maulló de nuevo, esta vez sonando de manera irónica, como si estuviera burlándose de la situación.
—Pero... pero si no regresa, está bien. Es su vida personal. Puede hacer lo que quiera. Y estoy bien con eso, ¿no?
Esta vez, no hubo respuesta alguna. Joy detuvo su tarea y levantó la mirada hacia el cielo, observando cómo las tonalidades se volvían más oscuras, presagiando una inminente tormenta. Sin duda, la lluvia estaba por llegar.
Ella soltó una respiración profunda.
—Todo es su culpa —se quejó con un mohín y experimentó una sensación de inquietud en su pecho—. Si me hubiera explicado algo antes de marcharse, no me sentiría así, tan preocupada.
Joy se mordió el labio y se puso de pie, dejando la canasta de frutos junto a la entrada del jardín. Se adentró en el invernadero para revisar los nuevos cultivos y, como había predicho, la lluvia comenzó a caer implacablemente, arrastrando consigo la oscuridad de la noche.
Apresuradamente, Joy abandonó el invernadero y se acercó al Rowan para llamar a Marigold. La gata se lanzó hacia sus brazos abiertos y Joy la protegió con su cuerpo, evitando que se mojara. Sabía que su leal compañera no disfrutaba del agua, especialmente del frío de la lluvia.
Rápidamente, entró a la casa y cerró la puerta del jardín. Juntas, contemplaron la intensa lluvia mientras las gotas golpeaban los cristales de las ventanas y el tejado. Joy estaba distraída, perdida en una espiral de pensamientos que giraban en su mente, por lo que tardó en reaccionar al sonido proveniente de la puerta.
—¿Tate?
Joy atravesó el pasillo hacia la florería y encontró a Tate en la puerta, parado bajo la lluvia. Experimentó una mezcla de alivio al verlo y preocupación por su estado. Sus ropas y cabello estaban completamente empapados. Sin dudarlo, ella se apresuró a abrirle la puerta y permitirle entrar.
—Lo siento —se disculpó Tate, observando el piso mojado bajo sus pies—. Perdí la noción del tiempo y luego empezó la tormenta.
—No te preocupes. Te traeré una toalla.
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Los miedos que guardamos [TERMINADA]
RomanceUna escritora con miedo a salir de casa y un editor compitiendo por un ascenso, deben colaborar para lanzar la novela que podría transformar ambos destinos. ~⋆ ✦ ⋆~ Joy Chapman era una prometedora escritora de libros infantiles, hasta que su mundo s...