Joy se despertó por la mañana con una sensación de expectativa que no le había permitido dormir durante toda la noche. Pero, al levantarse de la cama, se había transformado en un presentimiento de que algo saldría mal.
Realizó su rutina de forma mecánica y se vistió mientras su mente estaba llena de pensamientos inquietantes. Mientras tanto, Marigold maullaba desde el sillón esquinero donde solía descansar. Joy trató de ignorarla, pero la gata saltó y se paseó entre sus piernas, como si intentara animarla. Aunque ella apreciaba el gesto, no lograba levantar su ánimo.
Poco después, Joy descendió por la escalera de caracol y encontró a Tate en la cocina, tomando una taza de café. Aunque apenas había amanecido, no le sorprendió verlo allí; habían acordado encontrarse de esa manera. Tate la saludó y Joy respondió con un murmullo apenas audible.
No podía hablar.
No podía pensar.
No podía respirar.
¿Por qué había pensado que era buena idea intentar salir de casa esa mañana?
—¿Estas lista? —Tate avanzó hacia ella, esbozando una sonrisa.
Él también parecía querer alentarla, pero era difícil darse cuenta cuando lo único en lo que Joy podía pensar era: «Escapa. Regresa a tu habitación. No es seguro afuera».
—¿Joy?
Ella asintió, ignorando sus pensamientos y el temblor en sus dedos.
Tate mantuvo su sonrisa y caminó delante de ella mientras recorrían el pasillo hacia la florería. Joy se pasó la lengua por los labios resecos, sintiendo que las paredes del pasillo se achicaban y oscurecían.
Él levantó las persianas de la florería, permitiendo que los suaves rayos del sol se filtraran por los ventanales. La tienda estaba cerrada. Tate comenzó a quitar los cerrojos. Joy le había entregado las llaves la noche anterior y le había enseñado cómo hacerlo, ya que no creía que ella pudiera abrir como lo hacía todos los días.
Joy se quedó detrás de Tate, parada frente a la puerta, con las manos sudorosas y el corazón acelerado. Cada clic de las cerraduras resonaba en su mente como un eco inquietante. Ese espacio rodeado de flores solía brindarle calma, pero no en ese momento.
Cuando Tate abrió la puerta y salió, dejándola abierta, Joy supo que su presentimiento se había hecho realidad.
«Afuera no es seguro».
No reparó en que Tate estaba hablando hasta que lo miró y vio que sus labios se movían.
—Como sugeriste ayer, empezaremos con algo sencillo, como un precalentamiento antes de aventurarnos un poco más lejos, ¿de acuerdo?
En realidad, esa idea había sido sugerida por su psicóloga, Nora. Ella afirmaba que para superar su temor a salir, debía realizar tareas simples como ir a la tienda, pasear por el vecindario o dar unos pasos afuera cada día. De esta manera, Joy enfrentaría gradualmente sus miedos y se daría cuenta de que nada malo le sucedería. Sin embargo, en ese momento, Joy no podía estar segura de si eso era lo mejor para ella.
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Los miedos que guardamos [TERMINADA]
RomansaUna escritora con miedo a salir de casa y un editor compitiendo por un ascenso, deben colaborar para lanzar la novela que podría transformar ambos destinos. ~⋆ ✦ ⋆~ Joy Chapman era una prometedora escritora de libros infantiles, hasta que su mundo s...