Capítulo 16. No todo es color de rosa.

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Justo en el último grito de excitación caigo desplomada sobre Marcelo fundiendo mi cabeza en su cuello. Su aroma es embriagador y me hace mordisquear su cuello. Levanto la mirada y está sonriendo. Su boca es perfecta para mí. ¡Guau! La conexión con él es como la atracción del metal al imán. Miro sus ojos verdes y toco su rostro suavemente, después paso mis dedos por su pelo negro mojado de inicio a fin. Me agarra la mano y la besa. Yo estoy en sueño ahora mismo o es la realidad.

—¿Entramos a la casa Eva? No se ha detenido la lluvia y es tarde ya para estar fuera —asiento con la cabeza.

—Sólo necesito recoger mi maleta y te sigo —intento separarlo para salir del agua pero se niega.

—No te preocupes. Yo iré por tus cosas. Entra a la casa.

Me sujeta por la cintura y me sienta en el borde de la piscina. Tomo el vestido, la ropa interior y entro por la puerta en el frente de la piscina. Es de marquetería de cristal y aluminio. Se puede observar la sala de la casa. Después de disfrutar de varios orgasmos siento mis pies como plastilina. ¡Universooooo! He estado con mi prospecto de Dios griego. Eva ahora sí, ni Jesús te salva de esta situación.

Estoy desnuda y mojada. Será mejor que busque una toalla. Camino por la sala y veo cerca un baño. Para mi suerte hay toallas colgadas. Perfecto. Tomo una ducha caliente y me lavo la cabeza con el prime shampoo que veo. Al terminar reviso en un clóset pequeño que hay dentro y encuentro un albornoz y unas pantuflas. ¡Uuuf! Miro hacia el espejo y sonrío.

Sacudo la cabeza y agarro el secador. No necesito un resfriado en estos momentos. Y pensando un poco. Me pregunto que estará haciendo Marcelo no ha aparecido.

—¡Eva ya está caliente la cena! —doy un salto, apago el secador y lo miro, lleva pantalones secos pero su pelo está mojado aún.

—Vaya susto que me has dado Abominable —decir el apodo y tapar mi boca fue un acto de segundos.

—Tú no tienes remedio, ¿verdad? —me mira con seriedad y se cruza los brazos negando con la cabeza.

Eso sólo me hace reír a carcajadas. Él me mira incrédulo y casi abra su boca en asombro pero enciendo el secador y se lo pongo en el rostro. Tiene cara de pocos amigos y así que la apago y la coloco sobre la encimera. Con mi distracción me comienza a hacer cosquillas y ahí sí que no lo supero. Río como niña hasta que el se detiene a mirarme con total intensidad. Trago en seco. Él me pone nerviosa como cuando era una adolescente. Mi corazón empieza a latir rápido y comienzo a respirar con dificultad.

En milésimas de segundos siento sus labios sobre los míos. Y es que su arte de besar me lleva a la Luna y me regresa a la Tierra. Su boca es mi adicción. Lo aparto para respirar y observo la zona baja. Hay alguien que está feliz nuevamente. Donde este hombre recarga las pilas.

—La cena está servida Marcelo. ¿Por qué no comemos algo? —le sugiero y él me mira con una intensidad que realmente supe la respuesta antes que me la dijera, juro.

—Mi cena eres tú. Hoy solo quiero probarte a ti —esas palabras lograron que se prendiera de nuevo mi deseo. Por Dios creo puedo sentir la humedad entre mis piernas.

Toma mi mano y me lleva derecho a su cuarto. Cierra la puerta y camina hacia mí sin dejar de hacer contacto visual. A sólo centímetros de mí puedo sentir su respiración controlada. Me suelta el lazo del albornoz y recorre sus dedos por mis hombros dejándolo caer al suelo. La piel se me eriza y el curva su labio en una media sonrisa. Admira mi cuerpo con deleite y paciencia. Con la yema de los dedos sigue hasta mis pechos y se detiene realizando círculos en mis pezones y estirándolos.

Se me escapa un gemido y él lo ahoga con un beso que ya es necesidad. Delicadamente me hace retroceder hacia atrás hasta que toco el borde de la cama. Corta el beso y me hace perder el equilibrio y caigo sobre la cama boca arriba. Me sube las piernas en la punta de la cama y las abre lentamente. Por segunda vez en la vida siento vergüenza de que notaran la humedad en mí. Veo sus ojos y cierro los míos al sentir sus manos subir de mis tobillos hacia el final de mis muslos. En ese mismo instante dudé de la función de mi sistema respiratorio.

El poder de mi Universo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora