Capítulo 18. ¿Será que perdonar será tan fácil?

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Durante el viaje mi cabeza no para de pensar, los nervios me están jugando una mala pasada. Mi respiración se debe notar inquieta, mi estómago con un revoloteo como si de vuelos incesantes de mariposas se tratara. ¡Por Dios! Eva cálmate, tú puedes enfrentarlo. Arriba saca esos nervios de tu vida. Yo intentando dar ánimo a mí misma. Llegamos a una colina por lo alto que se ve todo. Es demasiado raro que en este lugar no haya nadie. Detiene el auto se gira hacia mí y me toca el hombro para que lo mirara.

—Debemos caminar un poco. ¿Nos bajamos? —yo lo miro y es como si hubiesen detenido el tiempo en este precioso instante, sus orbes verdes son una maravilla me derrito al segundo de observarlos es como si me estuvieran hablando y en este caso oigo las súplicas de que caminase junto a él.

—De acuerdo, después de ti yo te sigo desde atrás —dejo de hacer el contacto visual que más emociones me produce en el interior y exterior de mi cuerpo.

Salgo del auto y él hace lo mismo. Él sólo me observa y yo sentir esa sensación sobre mí sinceramente no es de ayuda para el propósito que tengo de no claudicar tan fácilmente. Cuando comienza a caminar delante de mí la presión en mi pecho disminuye un poquito. Remuevo un poco la cabeza para dejar de pensar y lo sigo de cerca. Debimos haber caminado alrededor de 10 minutos llegamos a un sitio de esa colina que se ve una vista espectacular de Roma. Detuvo mis pasos para admirar la belleza de esa ciudad desde lo alto.

Cielos la realidad objetiva de la vida es que se ve hermosa desde aquí. Se me olvida hasta el miedo que siento por las alturas. La vista de Roma desde aquí es algo alucinante. Las luces de noche, las estructuras arquitectónicas y el cielo estrellado haces que te enamores de Italia. Mi enajenación me hace olvidar que no estoy sola. Sin apenas sentirlo se acerca con cautela Abominable.

—¿Te gusta lo que ves? —lo miro entrecerrando mis ojos—. Perdón, no me malinterpretes. No hablo de mí sino del lugar. ¿Te gusta? —pregunta con curiosidad, loco por saber la respuesta.

—Le tengo fobia a las alturas. Me hace sentir mal... —lo digo tan seria que no me deja terminar.

—Eva pero cómo no me has dicho nada hasta ahora. Vamos a otro nivel más bajo —habla con desespero y ya va a cambiar de lugar cuando lo tomo del brazo y lo detengo. Hasta me sorprendo con mi actitud.

—No he terminado de hablar —le digo mirándolo a los ojos e inmediatamente le suelto el agarre cuando los dos miramos que mi mano sujeta fuerte su musculoso brazo—. Esta visión de Roma desde la colina es realmente hermosa. Sinceramente, me encanta.

Camino rápidamente hacia el borde de la cima. Quiero evitar sentirme mucho más nerviosa de lo que estoy, las manos me sudan frío y siento que la voz se me puede quebrar en cuestión de milisegundos.

—En ese caso podemos sentarnos —se coloca junto a mí y señala con su mano el lugar destinado para tener la conversación más angustiante del momento.

—Estoy de acuerdo en eso —tomo asiento y me aprieto sutilmente las manos evitando mirarlo a él.

—Te debo una explicación aún cuando sé que no quieres oír nada que venga de mí —me toca la barbilla e hizo que le prestara toda mi atención—. Así está mejor, no soporto cuando me evitas.

Por todo lo divino que existe en este mundo Eva reacciona. ¿Por qué este hombre te pone tan nerviosa y torpe? Rompe el contacto visual o sucederá lo inevitable y no debe ser. Jesus Christ! Dejo de mirarlo a los ojos pero me detengo en su boca es tan... deliciosa. Muero por besarlo intensamente hasta que mis labios se desgasten con la fricción de ese contacto exquisito. Entra en tus cinco sentidos Eva que vas directo a penetrar en un laberinto sin vuelta atrás.

—Pues comienza a hablar. De veras no tengo todo el día para escucharte y brindarte toda la atención que ni te mereces —trato de sonar lo más grosera posible no puedo ser débil.

El poder de mi Universo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora