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A través del ventanal de la habitación, el cielo de Ondina se hace notar nublado y gris, una señal de una pronta lluvia.

Jeon Dae se hipnotiza con la imagen, el dolor en su espalda y en sus hombros no dejándola en paz gracias a los días que lleva acostada entre sus sábanas y almohadas, no teniendo una real noción del tiempo. Se ha negado a dejar su cama; a pesar de que su padre le ha reprochado que todo en ella huele y luce mal, no puede reunir fuerzas para enfrentarse a la realidad. Su dama de compañía, Chaeyoung, es la que la mantiene conectada con los chismes de la corte y del pueblo; gracias a eso está consciente de que los comerciantes se han quejado por las nuevas víctimas de los huldras, de los impuestos y de la inseguridad tan repentina que ahora se vive en ese reino, y por otro lado, también está consciente de que sus "amistades" de renombre se burlan porque, de acuerdo a sus palabras, ella no fue lo suficientemente buena mujer como se esperaba debido a que no pudo mantener a un novio por más de dos semanas.

No le sorprende, no le afecta tampoco, siempre ha escuchado comentarios de trogloditas de aquí para allá. Lo que sí la vuelve loca y la hace querer llorar por horas sin importarle que sus ojos queden hinchados, son dos personas. 

Extrañaba a su hermanito, porque desde pequeños Dae no había sido nada sin él y viceversa, haberlo perdido por una causa tan injusta la rompía, aún no procesaba que no estuviera a su lado, teniendo charlas de temas sin sentido o tomando el té. Su familia ya no era tan numerosa como la recordaba, y esa era una aceptación muy amarga que tenía que aceptar. Y claro, la segunda persona a la que le debía su depresión, era la misma que la había ocasionado siete años atrás: Kim Yejun; desde que su padre le había dicho que él seguía con vida y que se estaba viendo con Yoongi, ella no dejó de sabotearse con preguntas y suposiciones. ¿Acaso Kim no la buscó porque... ya no la quería? 

 "Siempre eligen al favorito de Min" masculló, jugando con el borde de su sábana. "Primero lo hiciste tú y luego..."

Taehyung. Bah, ese joven era un tercero en sus pensamientos. Ya había aceptado que su cortejo le emocionaba y la sonrojaba como lo hacía solo porque le recordaba a... otro Kim. Era una coincidencia hilarante, pero no dejaba de afectarle. El abandono y la indiferencia, en definitiva, eran dos actitudes que detestaba. 

Suspiró y se tapó hasta debajo de la nariz con sus sábanas en cuanto notó que su puerta era abierta sin aviso.

 "Ah, ¿de verdad no me harás caso? Esta habitación huele a piel muerta y leche cortada"

"Padre, no tengo ganas de discutir, deberías de estar con el Consejo arreglando el desastre que se viene" replicó ella con voz débil.

"No habrá desastres, más bien tú deberías de estar conmigo planeando la captura de los estúpidos niñatos que se nos escaparon" SeoJoon se sentó junto a los pies de su hija. Acarició su corona con la vista perdida en el cuarto. "¿Sabes que tú cargarás esto sobre tu cabeza pronto, verdad? Tu hermano ya no está, y sé que es una pérdida que posiblemente nunca sane... pero debemos ver por nuestra gente"

"No entiendes lo difícil que es esto, papá"

"Lo hago más de lo que crees, por eso es que estoy concentrándome en el trabajo. A Jungkook le hubiera gustado vernos actuar ante esto"

"¡Él siempre nos lo trató de advertir y no le hicimos caso!" exclamó molesta. "Me lo dijo... ¡Me lo dijo y no le creí! Pudimos haber evitado su muerte, tenemos toda la culpa y-"

"¡Cállate Dae! ¡Deja de actuar como una niña inmadura una maldita vez!" SeoJoon se paró de la cama, acercándose hacia el rostro de su hija y tomándola del mentón. "¿Cuándo entenderás que cada acción que hice fue para protegerlos? Yo no soy el malo aquí, cariño, ¿o acaso yo maté a tu madre? ¡¿yo maté a Jungkook?!"

EL PRÍNCIPE DE ONDINA ● taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora