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En términos de desarrollo y manejo económico, el Reino Azul siempre había sobresalido. Incluso desde que todo ese territorio era apenas un montón de lodo y selva, el mandato de los Jeon no podría nada más que ser impecable. 

Y después de tantas cadenas de reyes, el que más había cambiado Ondina y Clarion bajo la orden de su pesada mano tenía como nombre Jeon MyungJoon.

MyungJoon consideraba tener una mente ilustrada con conocimientos precisos y abstractos, y al parecer, no estaba equivocado. En su época, todos sus súbditos le habían aplaudido y felicitado por su "visión dorada" de las cosas; para él, lo verde era azul, lo blanco era negro y las horas eran minutos. Todo lo tenía muy bien calculado, y se había especializado mucho más en eso una vez enterado de que su esposa esperaba a su primogénito. 

Jeon SeoJoon sería su nombre, uno precioso según él, ya que aseguraba con los ojos cerrados que nacería varón. No se sorprendió el día del parto cuando confirmó que no había fallado, jamás fallaba. 

A pesar de que el pueblo de Ondina no podía ver el rostro ni nada parecido del pequeño SeoJoon, se presumía que estaba siendo criado de la mejor manera, todo gracias al admirado rey y a su bella consorte, la reina Haneul. 

Jeon MyungJoon había educado perfectamente a su hijo para ser su próximo reemplazo, siempre repitiéndole las mismas palabras: "serás rey y serás el mejor, mejor que todos los Jeon, mejor que yo". 

Al parecer no lo había podido lograr.

SeoJoon se reprendía por no haber obedecido a los deseos de su difunto padre, porque en la actualidad, en la que era su realidad, él perdió todo, su esposa, su hijo; y con el paso de los días, su reino se quebraba más y más, tanto que ya olía las quejas incesantes de cada pueblo de Ondina y Clarion.

¿Qué le quedaba por hacer?

"Majestad, no se ve nada bien"

"¿Te mandé llamar para pedirte tu maldita opinión, Yerim?"

El anciano se calló, ya acostumbrado a que su rey estuviera de mal humor. 

"¿Puedo saber para qué me llamó?"

"¿Cómo está... la gente? ¿Los casos de muerte han disminuido?"

SeoJoon empezó a sentir sudor por sus manos al recibir una respuesta negativa. 

"Majestad, los demás miembros del Consejo y yo hemos calculado una baja en las ganancias de pesca y ganadería, los granjeros reportan más desapariciones o asesinatos de sus animales, al igual que los pescadores, eso sin contar los reportes del pueblo" murmuró angustiado Yerim. Tomó asiento con cautela al frente del escritorio del rey. "Si es que no ha conseguido erradicar este asunto, opino que debería de decirle la verdad al reino, antes de que se expanda más-"

"No, no puedo. Ya los estamos ayudando, hay guardias cerca, cuidan a las personas"

"No lo hacen cuando es de noche y se van a descansar, majestad. Hay un gran número de pobladores que tienen... mordidas y rasguños. Sabemos que el doctor Min y su ayudante pues, se han ido, así que los afectados ya no tienen con quien ir para siquiera sentir menos dolor"

"Bah, puedo traer doctores del Reino Blanco, no es un problema, ni tampoco los guardias" replicó SeoJoon. "Es por eso que yo soy el rey y tú un anciano mediocre de mi Consejo, yo sé proponer soluciones. Habrá guardias las veinticuatro horas vigilando"

Yerim tragó saliva, maldiciéndose por lo siguiente que diría.

 "Ma-majestad, uhm, pe-pero sabe que es inútil de to-todos modos porque los huldras son in-invisibles, así que no los pueden da-dañar" odiaba tartamudear. 

EL PRÍNCIPE DE ONDINA ● taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora