CAPÍTULO 8

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Freen caminaba alrededor de la casa recogiendo cualquier objeto que yacía por allí creando un desordenado caos.

Eran casi las seis de la tarde y la cena que estaba preparando estaba en el horno, esperando alcanzar la temperatura óptima. Había estado esperando durante media hora a que la comida estuviera lista, pero se impacientó y mantuvo su mente ocupada en otras tareas, de ahí la limpieza.

El repentino olor a quemado que venía de la cocina la hizo salir de sus pensamientos mientras se daba cuenta de que había dejado la comida demasiado tiempo en el horno. Se maldijo y corrió al horno para apagarlo.

Al abrir la puerta, una nube oscura de humo espeso salió del horno. Maldiciendo de nuevo, se puso un guante de cocina y sacó la comida que ahora estaba completamente negra.

Antes de que pudiera pensar en cómo salvar la comida inevitablemente arruinada, la puerta principal se abrió de golpe y su voz entró como un vendaval, haciendo que una gruesa capa de sudor se acumulara rápidamente en la frente de Freen.

—¿En serio quemaste la cena, Sarocha? ¿Qué tan difícil es cocinar algo de maldita comida? —La pregunta de Kim era claramente retórica, pero aún así provocó que una justificación saliera incontrolablemente de los labios de Freen.

—Me entretuve limpiando —su voz era tímida y asustada, y no pudo evitar bajar la cabeza en una mezcla de vergüenza y miedo.

Kim percibió su debilidad y cerró de un portazo detrás de ella, mientras arrojaba su bolso por la habitación, causando un fuerte estruendo.

—Cuando llego a casa del trabajo, espero que la cena esté lista y en la mesa, no en la cocina y quemada —Kim acortó la distancia entre ellas antes de mirar hacia la comida que aún humeaba intensamente.

—También tuve que trabajar hoy —Freen susurró.

—Sí, pero tu trabajo no paga por mi apartamento y la comida que acabas de arruinar —Kim replicó.

—Fue un accidente, Kim —Freen dio un paso hacia atrás cuando la mujer más alta intentó acercarse nuevamente.

—¿Un accidente?

—Sí, y mi trabajo paga por mi apartamento. Tú no eres la única que tiene cuentas que pagar —Freen no estaba segura de dónde había surgido su confianza, pero instantáneamente se arrepintió de lo que dijo cuando los ojos de Kim se oscurecieron.

—¿Qué te da el derecho de hablarme así? —Kim gruñó mientras acorralaba a Freen en la esquina de la cocina.

—Kim... —Freen susurró, sintiéndose atrapada cuando las manos de Kim fueron a ambos lados de ella, dejándola sin espacio para escapar.

—¿Qué? ¿Ni siquiera recibo un beso de saludo? —su tono de voz cambió drásticamente y su mano se acercó para apartar un mechón de cabello que había caído sobre el rostro de Freen. La acción era manipuladora y Kim observó, sintiéndose triunfante, el desconcierto de Freen quien no comprendía si su novia estaba enojada o no.

Freen miraba detenidamente los ojos de Kim que mostraban dulzura, la misma dulzura de la que se había enamorado, y eso la confundía. A Kim le encantaba la confusión que estaba creando.

Kim se acercó a besarla, pero Freen se movió ligeramente y solo permitió el acceso a su mejilla, lo que le disgustó enormemente.

—Recibí una llamada del reclutador universitario. Quiere que haga las pruebas para su programa; dijo que necesito mostrar más compromiso —Kim cambió completamente de tema, observando a Freen luchar por mantenerse al día con sus cambios de humor.

Una Noche Para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora