CAPÍTULO 11

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La intensa luz de la mañana impactaba directamente en los ojos de Becky, creando un resplandor cálido y desagradable contra sus párpados. Sin ganas de abrirlos, extendió su brazo a ciegas hasta encontrar el control remoto en su mesita de noche para cerrar las persianas. Un suave pitido indicó que las persianas se cerraron y efectivamente bloqueando el resplandor rojizo contra sus párpados, lo que permitió a Becky abrir los ojos con comodidad.

Se estiró ligeramente y se sorprendió de sentir un cuerpo cálido acurrucado junto a ella. Freen se había quedado dormida abrazándola la noche anterior y no había abandonado esa posición protectora desde entonces. Esto provocó que los labios de Becky se relajaran formando una pequeña sonrisa.

Volviendo a su posición original, su mano se aferró a la de Freen que había estado en su estómago toda la noche. Aunque no tenía ganas de volver a dormir, dejó que su pulgar acariciara suavemente la piel de Freen mientras dormía.

Nadie la había sostenido de esa manera en lo que parecía una eternidad, era reconfortante.

No recuerda en qué momento se quedó dormida, pero después de haber llorado por tanto tiempo, lo único que parecía recordar era a Freen y lo comprensiva que había sido.

Se besaron y fue perfecto. Como siempre.

Nunca pensó que volvería a tener esto porque sentía que no lo merecía. Los pensamientos de Luke aún atormentaban su mente; cuando iban en el auto y el otro coche apareció de la nada, fue aterrador, pero lo más espantoso de toda la experiencia fue ver a Luke en la cama del hospital, sin vida.

Habían pasado cuatro años de eso y no podía perdonarse a sí misma. A veces deseaba no haber sobrevivido, pero cuando conoció a Freen, ese sentimiento disminuyó considerablemente.

—¿Bec? —Freen susurró; su repentino hablar causó que Becky diera un pequeño salto—. Lo siento, ¿estás bien?

Becky no se había dado cuenta de que lágrimas caían de sus ojos; era leve, pero solo entonces se dio cuenta de que estaba sollozando.

—Sí, estoy bien —se frotó la nariz con la muñeca y se giró para encontrarse con la cálida y comprensiva mirada de Freen.

Sabiendo que era una mentira, Freen sintió que no era necesario señalarlo; sabía que Becky estaba mintiendo y sabía que Becky era consciente de ello. En cambio, sonrió suavemente y dejó que su mano acariciara la mejilla de la menor.

—Gracias —murmuró.

—¿Por qué? —Becky se sorprendió por la respuesta de Freen, pero encontró que su sonrisa era contagiosa.

—Por contarme todo —no era lo que Becky esperaba y de repente sintió cómo su corazón daba un vuelco. No creía que alguien pudiera ser así, estaba tan acostumbrada a la deshonestidad y le era difícil adaptarse a algo diferente.

—Por favor, no se lo cuentes a nadie —casi sollozó antes de acurrucarse en el pecho de Freen, ocultando sus lágrimas incontrolables.

—Oye —dijo Freen suavemente mientras sostenía la parte posterior de su cabeza—, mírame.

Becky sacudió su cabeza con vergüenza, pero la mano de Freen se deslizó por debajo de su barbilla y la levantó suavemente desde su escondite.

—Firmaré ese papel un millón de veces si es necesario, solo para asegurarme de que sepas que puedes confiar en mí.

Los labios de Becky temblaron y sus ojos se llenaron de más lágrimas mientras la abrumadora sensación de ser cuidada la invadía. Su cuerpo cedió bajo años de presión y emoción no resueltas y lloró por lo que ella pensó fue una eternidad.

Una Noche Para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora