24. Camping

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Veinte minutos después.

Hemos llegado al camping. Aparca en un sitio libre y bajamos de la furgoneta.

—Como nos hayas hecho venir hasta aquí y no haya sitio te meto ese palo por el... —le amenaza Ronaldo señalando una gran rama de árbol.

—Tranquilo, seguro que con mis dotes encantadores les convenzo. Cat, ven conmigo —me ordena Ayres. Bruno tensa la mandíbula—. Tranquilo, Tucci.

Ayres y yo entramos en una especie de recepción. Hay una mujer joven, con aspecto cansado que teclea sin parar el teclado de su ordenador.

Levanta la vista al vernos entrar por la puerta. Se acomoda un poco y se prepara para atendernos.

—Hola —le saluda Ayres—. Disculpa por la hora pero necesitamos quedarnos a dormir aquí.

—Lo lamento mucho pero estoy fuera de servicio. Ya no se pueden hacer reservas ni nada más.

—Por favor —le suplica—. Es una urgencia.

—¿Por qué es tan urgente?

—¿Ve a esta chica de aquí? —me señala.

—Sí, claro.

—Ella no es de aquí, es de España —la mujer pone cara de asombro—. Ha venido de viaje con sus amigos pero se han perdido y han acabado aquí por casualidad. Necesitan un sitio para dormir, están muy cansados.

La mujer me mira con una expresión comprensiva.

—¿Estás bien? —se dirige a mí.

—Estoy demasiado cansada —le digo cabizbaja.

—Está bien, haré una excepción. ¿Cuántos sois?

—Ocho.

La recepcionista se sorprende. Nos indica un par de cosas de donde están nuestras tiendas de acampar y salimos por la puerta con aire triunfante.

—Lo hemos conseguido —anuncia orgulloso—. Seguidme.

Nos adentramos dentro del camping. Hay personas dentro de sus tiendas de campaña. Los demás, están fuera charlando tranquilamente.

—Son estas —nos indica Ayres. Hay cuatro tiendas de campaña—. Hay que dormir por parejas.

Al final, las parejas son: Sabina y Flavia, João y Ronaldo, Ayres y Danilo, Bruno y yo.

—¿Te apetece dar una vuelta? —me pregunta Bruno.

—Claro —me toma de la mano y nos perdemos por el camping.

—Siento lo que ha pasado hoy —se disculpa.

—¿A qué te refieres?

—A todo. Lo de Stefano, la pelea con Andreu, la furgoneta robada...

—Nunca me lo he pasado tan bien —le sonrío.

—Me alegro —me abraza y se enreda en mi cintura.

Me empiezo a reír yo sola. Él me mira divertido aunque no tiene ni idea de porqué me rio.

Enséñame a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora