32. No estoy borracha

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Unos cuantos días después, en casa.

Desde ese día en el centro comercial. Después de las palabras de mi madre, no hemos vuelto a ver a Brenda.

¿Estoy triste por eso? No. A pesar de ser mi tía creo que es mejor que se mantenga alejada.

¿Es normal que algunas personas a pesar de ser tus familiares no te caigan bien? Es decir, tienen mi misma sangre pero ya sea por rasgos de su personalidad o carácter, opiniones o cualquier otra cosa, hace que no me caigan bien.

Miriam acompañó a Daniela al hospital. Para ellas fue un alivio que no se necesitara autorización de los padres. Desde ese momento hemos hecho buenas migas. ¿Cuánto durará este tratado de paz, esta tregua? Ni idea. Espero que mucho.

En cuatro días se celebra la boda de Rosa y de Jorge. Es cierto que al principio me negaba a ir
pero tiempo después he comprendido que si mi madre es feliz, yo también.

Bruno no tardará en llegar. Hemos quedado en mi casa.

Justo en ese momento, se oye el timbre.

Abro la puerta.

Me saluda con un dulce beso en los labios. Me encantan esos labios sensuales.

Subimos a mi habitación. Juega con uno de los cojines de mi cama. Lo tira al aire y después lo agarra entre sus fuertes manos. Fácilmente podría ser modelo de manos, y de cuerpo entero también. Todo en él es perfecto.

—¿Emocionada por la boda?

Dejo de babear y contesto:

—Pues yo no mucho, pero mi madre está que trina. Quiere que todo salga perfecto.

Bruno suelta una carcajada.

—¿Tienes tu vestido?

—Claro, lo compré hace tiempo.

Me mira de arriba a bajo.

—Seguro que es precioso, como tú —me sonrojo.

—¿Y tú? ¿Tienes tu traje?

—Sí, soy un hombre precavido.

—Ya veo, ya.

Recibimos un mensaje de texto a la vez.

Cat, hay fiesta en casa de Adam. ¿Te vienes?

¿Te ha escrito Mía? —me pregunta.

Sí.

A mí también —me sonríe—. ¿Vamos a la fiesta?

Vale, pero me tengo que preparar.

Pero si estás perfecta así.

¿Con estas pintas de vagabundo? —señalo mi camisa ancha, mis shorts de color caqui y mi moño despeinado.

Tienes pinta de ser mi futura esposa —me guiña un ojo y sale de la habitación para dejar que me prepare.

¿Otra vez? Observo mi reflejo en el espejo. Estoy roja como un tomate. ¡Es su culpa! Me pone nerviosa.

Intento no tardar demasiado en prepararme. No quiero hacerle esperar demasiado.

Me visto con un vestido sencillo color ámbar, unos zapatos de tacón y un poco de maquillaje. No excesivamente cargado.

Salgo del cuarto. Él está en el salón charlando animadamente con mi madre.

Los dos posan sus ojos en mí. Me sonrojo de nuevo. Soy un tomate andante.

Enséñame a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora