Ese mismo día, en ese mismo sitio.
Mía observa el alrededor con una expresión mareada. Me apuesto que está alucinando.
—Te voy a llevar a casa —el pajarito me agarra de la mano.
—¡Suéltame, estúpido pajarraco!
—Oye —por fin, Mía interviene—. Soltad a mi amiga.
—¡¿Dónde está Bruno?! —les exijo una respuesta.
—Estoy aquí —se señala el pajarraco.
—¡Cállate, pájaro parlanchín!
Suspira hondo. El lagarto parece divertirse.
—¿Qué os habéis tomado? —repite el pájaro.
Mía y yo nos lanzamos una mirada de «No tenemos ni idea». Me encojo de hombros.
—Joder —maldice el pajarito. El lagarto suelta una carcajada—. No te rías, anda.
—Esta situación me supera —admite el lagarto esbozando otra sonrisa tonta.
—¿Cómo podéis hablar? —pregunta mi amiga.
—Os prometemos que no diremos vuestro secreto a nadie —juramos con nuestros meñiques—. ¡A lo mejor son como los de Toy Story! Pero en vez de ser muñecos son animales.
El lagarto y el pájaro se miran entre ellos y suelta una gran carcajada.
—¡De qué os reís! —les replico molesta.
Pío, pío. Habla y habla el pajarito. Es guapo, eso no lo niego. Lindo pajarito. Eh, ¿por qué me mira así? Tengo novio. Lo siento, pajarito.
El lagarto también habla. ¿Qué sonido hacen los lagartos? Ni idea. ¡Pero él habla! Eso es realmente extraño...
¿Y si son extraterrestres que vienen a conquistar nuestro planeta?
—¡Alejaros de mí, extraterrestres! —empiezo a dar patadas al aire.
—¡Estúpidos aliens! —grita Mía con todas sus fuerzas.
—¿Cómo qué aliens? —se ofende el pajarito.
—Os he descubierto; habéis venido a conquistar el planeta y a saber que más podéis hacer. ¡No os acerquéis!
—¿Qué está pasando? —dice una voz femenina.
—¡Miriam! — gritamos Mía y yo. Le abrazamos con todas nuestras fuerzas.
—¿A ella si la reconocen? —el pajarito arquea una ceja. ¡Un pájaro con cejas! Bonitas cejas.
—¿Alguien me explica?
—El pájaro y el lagarto en realidad son unos extraterrestres que vienen ha hacer cosas malas, debemos alejarnos de ellos.
La cara de Miriam es la definición de asombro, sorpresa, incrédula, perpleja.
—Están bebidas hasta el cuello y vete tú a saber que más han tomado —le explica el lagarto.
—Oye, Miriam. ¿Qué tal con el chico ese? —le sonrío traviesa. El lagarto se muestra atento.
—¿Qué chico? —le cuestiona.
—Llevadlas a casa —solo dice eso, no nos responde a ninguno.
—¡No! —se niega Mía. Me agarra de la mano y comenzamos a correr—. ¡Hasta luego, animales parlantes!
Corremos entre carcajadas. Esquivamos a todas las personas que se interponen en nuestro camino. ¡Madre mía una cebra perreando!
El lagarto y el pájaro no se dejan vencer. Nos persiguen.
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Enséñame a quererte
RomanceCat es una chica de 16 años. Sus padres están separados y, tiene que ir a vivir a Barcelona con su madre. Es muy duro para ella dejar atrás toda su vida. Cuando conoce a Bruno Tucci, un chico mujeriego, despreocupado y, sobre todo, atractivo, se en...