26. Playa

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Ese mismo día, en ese mismo sitio, un rato después.

El sol pica, quema, achicharra. Menos mal que me he aplicado crema solar.

Una vez, cuando era pequeña, me quemé todo el cuerpo por no ponerme protector solar. Estuve dos horas seguidas tomando el sol. Horas después de haberme chamuscado me dolía un montón el cuerpo. Ese dolor duró unos cuantos días.

Desde ese día, procuro cuidarme la piel de la abrasadora luz solar. No me gustaría nada volverme a quemar.

—¿Dónde están Flavia y Danilo? —me doy cuenta de que no están con nosotros.

—Se estarán dando el lote en algún sitio —indica Sabina desinteresada.

—¿Dónde? Me apetece hacer una orgía —suelta Ayres. Le fulmino con la mirada—. Era broma, eh.

Un grupo de adolescentes nos observan curiosos.

—¿Y esas que miran? —Ayres saca pecho.

—Tranquilo, campeón —Bruno le da pequeñas palmaditas.

Una chica rellenita se nos acerca. Nos mira de arriba a abajo, sobre todo a una persona, a Bruno.

—Perdonad —se sonroja—. Mis amigas quieren socializar. ¿Podemos estar con vosotros?

Nos miramos dubitativos. Ella nota nuestras dudas.

—¿Y por qué no os dais una vuelta y buscáis algún palurdo con quien socializar?

—¡Ayres! —le riñe Sabina—. Sí que podéis estar con nosotros —acepta con una sonrisa.

La chica les hace una seña a sus amigas para que vengan. Se aproximan dos chicas más.

—Bueno, yo soy Katia —se presenta la chica más rellena.

—Yo soy Flor —nos dice una chica muy alta y delgada.

—Y yo Tiara —finaliza la última de ellas. Resaltan las pecas de su rostro.

El trío calavera se sienta en nuestra toalla.

Escucho un zumbido, es mi móvil. Me levanto y me alejo un poco de ellos para poder hablar tranquilamente. Es Mía. Descuelgo.

—Hola, Cat —me saluda con un tono de voz más animado que el de los últimos días.

—Hola, Mía. ¿Qué tal estás?

—Mejor ¿y tú? He oído que estás en Lisboa con Bruno.

—Sí, estoy en Lisboa.

Se hace un silencio.

—Lo siento por haber sido tan mala amiga estos últimos días.

—¿Qué? ¿A qué te refieres?

—Miriam y tú me habéis estado ayudando y yo no os he prestado la suficiente atención.

—Mía, eso hacen las amigas, ayudar en momentos difíciles.

—Lo sé, pero...

—Pero nada —le interrumpo—. ¿Has hablado con... Dafne?

No sé si ese nombre sigue siento tabú para ella.

—No —responde seria.

—Sigues enfadada con ella, ¿no?

Justo al pronunciar eso me he dado cuenta de la estúpida pregunta que acabo de hacer.

—Claro que sí. Me ha traicionado —resopla—. ¿Sabes algo de ella?

—Está en Irlanda, con su abuela.

Enséñame a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora