45. Querido diario...

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Un día cualquiera de junio.

Querido diario...

Parezco patético escribiendo cartas que no sé si algún día alguien las verá. Pero aún así, lo hago. Es una buena forma de desahogarme.

Tengo la esperanza que algún día, en un futuro, tú las leerás, cuando te hayas recuperado.

¿Por donde empiezo? «Pues por el principio, Brux», estoy seguro de que tú me dirías eso. Bueno, vamos allá:

El día en el que la ambulancia te transportó al hospital más cercano, estabas realmente mal. ¿Cuántos días han pasado? ¿Dos semanas? ¿Tres semanas? No lo sé.

Bueno, los médicos te examinaron. Tenías el pulso muy débil y perdías mucha sangre. Incluso los doctores pensaban que no sobrevivirías por mucho tiempo. Te daban máximo un día más de «vida» (entre comillas porque realmente sólo estarías tumbada en la cama sin poder hablar).

El caso es que se equivocaron. Durante los primeros dos días, lucías demacrada. Te habían dado puntos en las heridas. No hablabas, ni podías abrir los ojos. Como dije antes, estabas muy mal.

Cada vez que iba a verte salía llorando, tu aspecto era horrible. Estabas pálida, con cardenales en todos partes, ojeras excesivamente marcadas, incluso habías bajado de peso. Te veías muy frágil.

Todos fueron a visitarte. ¡Hasta Daniela! Imagínate... Mía, Miriam y Dafne se quedaron muchas noches a hacerte compañía aunque tú estuvieras inconsciente.

¡Oh! Buena noticia: al final arrestaron a los delincuentes. A Jorge, a un chico alto y a otro hombre bajo. Ellos te dispararon y salieron de la casa abandonada. Los policías los persiguieron durante un buen rato hasta que los delincuentes chocaron contra un muro.

No les pasó nada grave, ni heridas ni nada de eso (por desgracia). Ahora están encarcelados a la espera del juicio. Depende de tu supervivencia les caerá más o menos condena.

Mejor sigamos hablando de ti.

El tercer día que estuviste en el hospital, los doctores descubrieron que tenías una pierna rota. Te pusieron una escayola.

A partir de la primera semana, los médicos seguían pensando que sería difícil que sobrevivieses. Tu pulso seguís muy débil y tú todavía no te despertabas ni te movías.

Rosa la está pasando muy mal. Mi madre y yo siempre vamos con ella ha hacerle compañía y la ayudamos con todo.

Chloe siempre me pregunta por ti: «¿Dónde está Cat?», «¿Por qué nunca estás con ella?», «Hace tiempo que no la veo», «¿Se ha mudado?».

Tengo que mentirle descaradamente, no quiero que ella también sufra. Todos los días os visito a las dos. Por la mañana, voy al hospital donde está Chloe, y por la tarde voy al tuyo.

Tu padre, Ángel, ha venido desde Sevilla para verte. Estaba muy preocupado por ti. Ha sido un placer conocerlo a pesar de que ha sido por a tu pésimo estado de salud. Me ha parecido un buen suegro.

A parte de él, también han venido otras personas a verte. Creo que eran tus amigas, Paula y Sofía. Estaban muy tristes cuando le dieron la noticia de que estabas en el hospital. No se lo pensaron dos veces y cogieron un vuelo para ir contigo a apoyarte.

El octavo día, me diste una alegría muy grande. Abriste los ojos por primera vez y tu pulso mejoró bastante. Balbuceaste algunas palabras, no las entendía pero estaba muy feliz por los avances.

Al día siguiente, ya podías hablar con normalidad. Entré a tu habitación, la 206, y tuvimos una conversación mientras me mirabas con tus preciosos ojos azules. Lo recuerdo perfectamente:

Enséñame a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora