ELIZABETH GODDESS
Meliodas me miró apenas entre al salón de clases, derrochaba concentración y sumo cuidado con cada movimiento, sus brazos firmemente flexionados por detrás de su cabeza mientras su espalda estaba perfectamente apoyada al respaldo de la silla. Yo solté un suspiro y con la absurda idea me dirigí hasta su lugar dejando caer mi mochila al suelo para luego sentarme. Meliodas alzó una ceja, pero no mencionó nada. Llevaba un beanie color crema y de alguna manera me pareció adorable, sus ojos resaltaban más con aquel color. Se veía pacifico sin abrir la boca para decir cualquier incoherencia, y es que ya en tan poco tiempo sabía que podía llegar a ser un complemento idiota.
Me fijé bien que una chamarra de cuero cubría sus hombros, está vez, fui yo quién arqueo una ceja, un poco interrogativa, de cierto modo confundida, porque no es que estuviéramos en la época del frío, al contrario, había calor y el solía usar mucho de esas.
— ¿Por qué traes eso — cuestioné, apuntando con mi dedo índice aquella prenda.
Meliodas me miró una mirada con los ojos entrecerrados y se incorporo, uniendo sus manos para apoyar los codos sobre el pupitre.— Ha ocurrido un accidente con la lavadora — pronunció, separó sus manos y con una de ellas bajo la parte que cubría su hombro, no pude evitarlo, solté una risa y el negó varias veces —. Metí un calcetín rojo que pinto de rosa las otras prendas.
— Jamás debes combinar la ropa de color con la blanca — indique aún riendo, el se encogió de hombros y mordió su labio —. ¿Tu madre no te lo ha dicho? ¿Por qué lavas tu?
— Haces muchas preguntas ¿ya te lo he dicho? — interrogó, solamente asentí sin culpa alguna — Y no, es la primera vez que lo hago. Mis padres salieron de viajes y tenía que ver por mi solo sino, ¿Quién lo haría?
— Tienes razón — esbocé una sonrisa y regrese mi vista al frente.
Me gustaba pensar en Meliodas como una persona independiente, me agradaba demasiado la idea, tenía la imagen de no necesitar la ayuda de nadie, pero quizás para las cosas caseras si. Todo estaba en silencio, hasta que volvió a hablar.
— Necesito tu dirección — pronunció suave y lento.
— ¿Mi dirección? ¿Para qué? — pregunté, girandome para mirarle a los ojos.
El se acercó a mi quedando a una distancia corta. — ¿Piensas que llegaré mágicamente porque adiviné en donde queda tu casa?— su voz ronca hizo que me estremeciera sin razón. Lo mire confundida y el río con un poco de gracia — ¿Lo has olvidado?
— ¿Olvidar que?
— Lo has olvidado.
El suspiro y dejo caer su espalda al respaldo de la silla nuevamente, arrastrándola hacia atrás para poder estirar bien sus cortas piernas por debajo de la mesa. Su expresión cambio a una seria. Hizo una mueca y pasó sus manos por su delicado rostro. Relamió su labio pasando su lengua también por su arito.
— Haz prometido venir conmigo el sábado... Mañana — dijo mirandome sin expresión.
El recuerdo de obligándome a prometer que iría el sábado con el vino a mí mente. Mierda. Entreabrí los labios y maldije en mi interior.
— Cierto— asentí— ¿Pretendes pasar por mi?
— No sabrás a dónde llegar su te digo el lugar.
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Mi Pequeño Boulevard
Teen FictionElizabeth Goddess es una chica de 17 años a la que le cuesta madrugar. Un día, su impuntualidad la lleva a ser expulsada de la clase y, al dirigirse a las gradas de la escuela, conoce a un chico. Se trata de Meliodas Demon, un joven de 18 años que c...