ELIZABETH GODDESS
En una semana estaríamos en el mes de diciembre. A mamá la encantaba, aunque ¿a quién no le gustaba? Navidad era una de las épocas favoritas de casi todo el mundo. A ella le gustaba poner el árbol antes de que fuera primero de diciembre, solía adelantar los detalles y la decoración en la casa.
— Elizabeth, ve sacando las esferas— ella indicó mientras elevaba las luce a la altura de sus hombros —. Iré por una extensión más larga.
Con las luces en sus manos, caminó hasta el fondo de la casa y desapareció de mi vista. Solté un suspiro agotador y, sin levantarme, tomé la caja con las esferas, eran de un color dorado con plateado, combinaba con la sala. Algunos adornos con forma de botas yacían colgados sobre los estantes, pues no teníamos chimenea.
Unos pequeños golpes provinieron desde la puerta principal y fruncí el ceño. Mamá no estaba cerca para abrir y eso implicaba que tendría que ponerme de pie para saber de quien se trataba. Gruñí por lo bajo y con pereza me levanté de la alfombra.
—¡Ya voy!—grité cuando volvieron a tocar.
Al momento de abrir, mi piel hizo contacto con la perilla, la pieza metálica estaba fría por lo cual envió un escalofrío por mi espina dorsal. Automáticamente, mis labios se curvaron y sentí una gran ola de felicidad.
—Espero y no sea un mal momento para venir— Meliodas murmuró con una mueca.— Es solo que... En mi casa están discutiendo.
—No, para nada— negué y tomé su mano para incitarlo a entrar—. Mi madre está decorando para navidad, ¿no quieres ayudar?
—¿Tan rápido?— preguntó incrédulo— Falta una semana para que sea diciembre.
—Dile eso a mi mamá— reí. Meliodas negó con una sonrisa.
Él me miró y por inercia me sonrojé, dio un paso hasta mi y me envolvió en un fuerte y cálido abrazo, aspiré su olor varias veces y me sentí confundida. Esta vez no olía a marihuana, para nada. Ahora, era un olor a ropa guardada en algún rincón de su armario.
Enrollé mis brazos alrededor de su torso y ejerci fuerza, la cual no fue nada para él. Meliodas se separó de mi y besó mi frente, pude sentir como una sonrisa de formó en sus labios.
—Dime en qué quieres que te ayude— susurró.
Me alejé de él para ir a las cajas que anteriormente estaba abriendo y las apuntė.
—Hay que sacar las esferas y quitarles el polvo que tienen. Mi madre ha ido por una extensión para poder conectar las luces y ponerlas alrededor del árbol.
—Está bien—asintió y cogió una caja para caminar con ella hasta el sillón de la sala.
—¡Ya la encontré!—la voz de la mujer irrumpiendo en el lugar hizo que ambos dirigiéramos la mirada a ella. Su vista tropezó con la de Meliodas y le regaló una sonrisa—Oh, hola.
—Buenas tardes, señora Teresa—saludó él, poniéndose de pie —. No regañe a Elizabeth, fue mi culpa por no avisar que vendría. Disculpe.
—No te preocupes, hijo. ¿Quieres algo de tomar? ¿O de comer? Estaba haciendo chocolate caliente, ¿te gusta?
Yo carcajeé. No tenía ninguna duda de que a mi madre le agradaba Meliodas.
—Ah-hah—balbuceó—, quiero decir, si me gusta el chocolate caliente.
—Perfecto— la mujer sonrió. —Traeré una taza para cada uno—avisó. Antes de que entrara a la cocina, me miró—. Isabella, ¿por qué no invitas a Sariel? Ya tiene como un mes que no lo veo por aqui.
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Mi Pequeño Boulevard
Teen FictionElizabeth Goddess es una chica de 17 años a la que le cuesta madrugar. Un día, su impuntualidad la lleva a ser expulsada de la clase y, al dirigirse a las gradas de la escuela, conoce a un chico. Se trata de Meliodas Demon, un joven de 18 años que c...