CAPITULO 21

47 7 9
                                    

ELIZABETH GODDESS

La escasa lluvia se hacía cada vez más densa, tenía la impresión de que en cualquier momento se iría la luz, aunque en ese momento nada me preocupaba, aún el sol estaba, escondido entre las nubes grises, pero seguía allí.

Esnifé para pasar el dorso de la manga de mi sudadera por mi nariz, la brecha de la ventana estaba abierta aportando un poco del aire fresco que había afuera hacia adentro de la casa, mis pies descalzos tocaban el frío suelo, debía preocuparme de que podría enfermarme, sin embargo no lo hacía, mi mente seguía entre los vagos recuerdos que no querían alejarse, me seguían torturando.

Mamá no llegaría hasta muy tarde, había tenido un problema con su jefe, según él decía que se estaba perdiendo el control con algunos pacientes, no eran asuntos de ella, pero por tener una gran equidad decidió aportar su ayuda y dejarme sola, aunque estaba bien, no quería que me viera en tal estado, ojos rojos, hinchados, voz ronca y sacudidas de nariz. Una imagen demasiado fatal y preocupante para ella. Era sábado, ya había pasado más de una
semana de lo ocurrido con esa fotografía y se sentía como el mismísimo infierno porque aún no lo pasaban por alto, aunque hoy, podía descansar de las miradas y susurros por todo el instituto, no sabía nada de Meliodas.

El día en que me vino a dejar solo me bajé y le pedí que me dejara sola, lo hizo sin rechistar, tuve mucho tiempo para pensar con tranquilidad, sin que nadie me estropeara mis pensamientos, analicé le cosas y llegué a la conclusión de alejarme de Meliodas, mientras se calmaban las cosas, seguir a su lado me traían muchas consecuencias, él ya tenía demasiados problemas para agregarle otro, y yo, era lo demasiado débil ante todos ellos.

Algo me decía que Meliodas sabía sobre aquella fotografía, puesto que la noche anterior me había pedido que terminase con Arthur, aunque no quería sacar conclusiones, no quería echarle culpa, porque era de ambos.

Pero sobre todo mía.

No tenía ganas de siquiera que se me acercara y sí, volvía a repetir, él no tenía toda la culpa, pero mayormente las ofensas iban dirigida hacia mí, ya que había dañado al indefenso capitán de baloncesto, y era lo peor, porque Sariel estaba con él, y eso equivalía a todas las chicas del instinto en contra mía.

No entré a las clases con la profesora Merlin, no me acercaba a las gradas -cabe mencionar que por Sariel, Arthur y Meliodas-, ni siquiera comía en la cafetería, trataba de llegar tarde a las clases e irme lo mas temprano que pudiera. Y aunque Meliodas intentó acercarse a mí solo le pedí que se alejara por ahora.

Me dolía. Pero era por el bien de los dos. Lo era. Maldecía varias veces al profesor gowther, porque si no hubiese sido por él, el día que me había dejado fuera de la clase, yo no sabría de la existencia de Meliodas Demon. Y estaría bien con eso.

De las personas que no me habían dejado, era solamente Tarmiel, el cual me seguía hablando, él juraba creerme, realmente el chico era muy comprensivo. Se había discutido con Sariel sobre el tema, no le tenía miedo aún fuera el capitán y realmente valoraba mucho eso por parte de él, por ahora era mi único hombro con el cual llorar.

Unos toques en la puerta principal hicieron que mi concentración ahora se dirigiera hacia ello. Con duda entre mis pensamientos y mi propio cuerpo, avancé. Mi mano hizo contacto con el frío metal del pomo de la puerta haciendo que diera un respingo, cuando la abrí, pude ver a la persona del otro lado. Mis sentidos se despertaron alarmándose de una manera abrupta.

Meliodas rápidamente entró sin mi permiso y se apoyó contra la pared, estaba temblando al grado de que sus dientes sonaran. Su ropa estaba completamente empapada, y su piel de un tono muy pálido que creí que desaparecería en cualquier instante. Sus piernas se flexionaron causando que cayera al suelo abrazándose a sí mismo.

Mi Pequeño Boulevard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora