CAPITULO 18

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ELIZABETH GODDESS

Se suponía que debía de estar con Arthur ahora mismo cenando en alguna parte de la ciudad donde fuera que el hubiese querido llevarme, pero todo se arruinó después de discutir en la escuela por lo que ocurrió en mi casa. Me había echado en cara si prefería al rubio que a él cuando era mi novio, por más que intenté hacerlo entrar en razón diciéndole que Meliodas estaba mal, él soltó todos los pensamientos que tenía sobre el chico.

Llegando al grado de llamarlo drogadicto y una persona que solo buscaba atención.

Ahora era yo la enojada con él. ¡Ni siquiera lo conocía! ¡No sabía nada de Meliodas para que opinara sobre él! Y con Sariel, días antes le exigí que me dijese sobre lo que había hablado con Meliodas, me respondió en un gran grito con un "¡Déjame en paz!", decidí ignorarlo... Y él a mí. Algo que al parecer no era tan difícil para ninguno de los dos.

—¿Me estas escuchando?

Moví mi cabeza hacia Meliodas y le dediqué una mirada penosa. Había llegado a mi casa con una sonrisa invitándome a salir a la oscuridad de la noche, acepte porque no me encontraba del todo bien.

—Lo siento —arrullé abrazándome a mi
misma.

—¿Estas bien? — el chico se acercó un poco a mí. No quité mis ojos de los suyos — Godd...

— Arthur se enojó. Nos hemos peleado una vez más—murmuré cabizbaja.

Meliodas llevó su mano a mi rostro y con las yemas de sus dedos acarició la comisura de mis labios.

—Hey...—susurró— No me gusta verte así.

—Me molesta que se comporte tan insípido y cabezota― mascullé.

—Tranquila. Sólo está celoso, yo igual lo estaría si se trata de ti—susurró. Guardé silencio durante unos segundos mientras Meliodas me miraba y yo a él, su entrecejo se frunció y ladeó la cabeza — ¿Y Sariel? Esta semana no lo vi contigo.

Volqué los ojos y di un suspiro profundo. No quería amargar la noche, pero el rubio ya lo había sacado al tema, aunque no lo culpaba.

—Tuvimos una pequeña discusión—me encogí de hombros y mordí mi labio inferior —Creo que no ha sido mi mejor semana.

Era verdad. No lo había sido, y tal vez vendrían más cosas, algo me decía que este año no sería el mío, no me trataría con delicadeza, hasta creo que tendría que preparar mi ataúd por si al caso.

Meliodas dio unos cuantos cortos pasos a míy lamió su arito, por mi mente pasó la idea de que me besaría, pero nunca hubo contacto de sus labios con los míos. Arrastró su mano por mi mejilla y acarició mi cabello, me dio una media sonrisa de lado para después entreabrir sus rosados labios.

—Quería que fuéramos el viernes a un lugar, pero yo sé que te gustará ésto... Aún tú no estés enterada —musitó, mirándome de un forma tan sencilla como si aquel acto fuese mas inocente que tuviese — ¿Y sabes por que lo sé? Porque nadie te conoce mejor que yo.

Aquello hizo que algo en mi interior se removiera, como si un click hubiese hecho en algún lugar de mi corazón y moviera todo así como mis pensamientos, el pequeño sonrojo se apoderó de mis mejillas, aunque después su frase volvió a presentarse ante mí. Mi entrecejo fruncido hizo presencia.

— ¿Qué cosa? — pregunté confundida.

—Ven—me indicó tomándome de la mano. Comenzamos a caminar en dirección a su moto y se subió en esta, me ofreció un casco, pero antes de tomarlo, con su otra mano sujetó la mía para halarme hacía su cuerpo, acercó sus labios a mi oído y susurró: —Hagamos por esta noche nuestra la ciudad y la mejor de nuestras vidas.

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