CAPITULO 30

70 4 28
                                    

CAPITULO FINAL

MELIODAS DEMON

PRESENTE

Estaba consciente de mis decisiones, a pesar de los problemas que había tenido con Elizabeth, todo se encontraba actualmente bien con ella. Claro, quizá en el ámbito familiar, con mi padre, las cosas no mejoraban, sin embargo, tampoco habían empeorado. Zel ya estaba en la ciudad y eso significaba una sola cosa; pronto partiría.

—¿Estas seguro de lo que harás? — Ban cuestionó a mi lado mientras encendía un cigarrillo.

—Si—afirmé asintiendo varias veces, convincente de mi decisión —. No puedo echarme hacia atrás. Digo, en menos de un mes me iré y no quiero que haya secretos entre Elizabeth y yo, realmente anhelo que las cosas marchen muy bien entre nosotros para que no haya disgustos, malos entendidos o que ella se entere por terceras personas.

—¿Cuándo tienes pensado decírselo? — él inquirió dando una gran calada a su cigarrillo.

—Mañana por la noche — respondí —, quería saber si me podrías ayudar, te necesito — pedi, no entendía por qué me sentía un poco nervioso, siempre solía decirle las cosas a Ban como una orden y él las tenía que acatar.

Sonaba un poco posesivo ahora que lo repetía en mi mente.

—Bien, siempre he sido tu gata —farfulló entre dientes, a lo que yo maullé en forma de burla causando que él me diera un leve golpe en el hombro y yo me quejara. —Un día te patearé el culo.

—Tranquilo — reí — Solo consigueme la furgoneta de nuevo.

—Oh, vaya, ¿a dónde la llevarás? Aunque la pregunta más importante aquí es ¿iré a tu cita? —habló en un tono gracioso.

—La llevaré a una puta cascada porque ella quiere ir a una — fingi una mueca de asco — le diré todo lo que quiera saber, pero necesito una canción que Ross siempre solía cantar y es con la que ahora me siento tan identificado, es una de The Fray llamada You Found Me, te pido de favor que dentro de éste metas una carta que te daré... Y no, no te llevaré. Me ayudarás porque no tengo aquel disco de esa banda, y mañana estaré con ella, así que te ordeno que me lo encuentres, maldita sea, estoy nervioso —escupi apurado.

—Pensé que me bañaría en la cascada — pronunció con tristeza disfrazada y lo miré mal — Pero esta bien, cuentas con mi apoyo, jamás creí verte en tal estado, ¿una carta?

—Sí, la cargo aquí — señalé dentro de mi chaqueta —Son algunas cosas que debe de saber una vez que me haya ido de Australia, le pediré que la lea cuando me encuentre lejos, para que no intenté impedirlo.

El albino asintió y echo unas cuantas palabras al cielo.

—Habrá algo más importante ¿no es asi? Quiero decir, tu actitud no es la misma que otras veces, estás actuando más nervioso de lo normal.

Le dediqué una mirada, Ban lo sabía.

—Si, creo que es hora.

—Demonios, ahora tengo más miedo de enamorarme — dijo como si fuera algo enfermizo.

—Cállate, Ban —pedí.

—Cállate tú — atacó.— Pareciese que le pedirás matrimonio —rió entre la oración —. Sabes que lo que me pidas yo lo haré, eres como mi hermano y solo quiero verte feliz. Cabrón, me pondré sentimental.

Reímos ante lo dicho y hubo un silencio para nada incómodo, me liberaría ante Elizabeth de una manera extraña.

Tenía miedo.

Mi Pequeño Boulevard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora