CAPITULO 9

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ELIZABETH GODDESS

Era el tercer día en que Meliodas no me hablaba y comenzaba a odiar el sentimiento de necesidad.

Había estado evitando todo tipo de contacto conmigo, en las clases con la señorita Diane llegaba tarde para sentarse hasta el fondo del salón, no lo veía en la cafetería y lo más extraño del mundo es que tampoco se encontraba en las gradas echando humo como chimenea.

Aunque en estos días me la pasaba encerrada en mi habitación escuchando los discos que habíamos comprando antes que discutiéramos. Había descubierto que al final de todo algunas canciones eran muy buenas, sin embargo, su banda favorita me sorprendió, era instrumental con frases inegmaticas. Una sorpresa total. Había elegido de entre todas las canciones las que mas me gustaron, postulandolas como mis favoritas. Letterbomb de Green Day no podía sacarla de mi cabeza.

Apoyé mi frente en el cristal de la ventanilla del auto para suspirar haciendo que éste se empañara, tracé un pequeño corazón con mi dedo y esbocé una sonrisa. Estaba en camino al instituto junto a mamá quien venía hablando sobre algunos de sus pacientes que la tenían un poco malhumorada.

— Eres psicóloga, se supone que debes tenerles paciencia — informé en un canto de manera en recordarle lo que con ello implicaba psicología.

— Lo sé, pero créeme, algunos hacen perder mis estribos — mofó en una mueca graciosa haciéndome reír.

— Eres una psicóloga muy rara — vacilé.

—Pues vete bajando porque esta rara necesita ver los expedientes de sus pacientes — indicó sacándole el seguro al auto. Ya habíamos llegado al instituto.

— Bien, nos vemos luego, te quiero — me despedí, antes de cerrar la puerta ella me respondió con un cálido yo igual.

Caminé a la primera clase que era literatura con mi querido profesor Gowther. Recordando bien las cosas, por su culpa conocí a Meliodas, si no me hubiese dejado fuera de la clase yo no estaría hambrienta de que el chico me hablará, de alguna manera extraña necesitaba su maldito humor molestando.

En el salón habían unos cuantos chicos ya sentados esperando a que el profesor se presentara, o más bien, no lo hiciera. Fueron los minutos suficientes para que el profesor apareciera dando los buenos días y su tantos sermones, indicó leer un libro que para mi suerte era de mi agrado y había leído millones de veces. El ruiseñor de Hans Christian Andersen.

Algunas clases pasaron rápido y otras simplemente aburrían. La hora libre se dio cuando avisaron que la profesora Vivían no había asistido. Corrí rápidamente a la cafetería donde estaba segura que Sariel se encontraría, pero me equivoqué. Iba a regresar de vuelta a los pasillos del instituto cuando la voz suave de Arthur gritó mi nombre.

—¡Elizabeth! — el chico se acercó hasta mí con una sonrisa tan única que él solo sabia hacer — Estas buscando a Sariel, ¿no es así?

—Sí — murmure un poco nerviosa por su mirada.

—Esta en junta, me dijo que si te veía que te dijera eso —hizo una mueca y rió.

—Oh, gracias— sonreí.

—Te quería preguntar que si querías que almorzáramos juntos, con Sariel, claro, si tu quieres, porque todavía estas clases — habló tan rápido que sus mejillas tomaron un color carmesí.

Arthur Pendragón nervioso y sonrojándose, ¿acaso no podía ser eso mas adorable?

—Claro, te veo aquí — sonreí intentando
no ponerme como él, pero sabía que era
demasiado tarde.

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