EPÍLOGO
Incorporándome en la cama tallé mi cabeza para poder desvanecer el dolor, habían desventajas de despertar todos los días, recordar a Meliodas era una de ellas. Miré a mi lado y él no estaba.
Apreté mis labios reteniendo las ganas de querer llorar. Cerré los ojos para desaparecer el ardor que había comenzado a plasmarse en ellos. Aún no me acostumbraba, tenía la necesidad de correr sin destino alguno en busca de él, aún podía oír sus risas, sus gruñidos, aún tenia en mi mente su semblante vacío, su voz... Y el olor que desprendía su ropa. La nicotina mezclada con su perfume.
Eché todos mis pensamientos al fondo de mi cabeza y quité las sabanas que cubrían mi cuerpo para comenzar a vestirme. No quería ir al instituto, hoy empezaban las clases después de las vacaciones de diciembre. Me negaba a tener que presenciar muchos lugares que me hacían recordar a Meliodas, pero sobre todo, las gradas. Aquellas donde lo conocí, esas en donde mis ojos y sus ojos se encontraron por primera vez.
Habia pasado Navidad sin él. Estuve esperando a que tocaran la puerta y detrás de ella se encontrara su angelical rostro con una sonrisa lobuna diciendo algo que para mí me resultara muy lindo, pero nunca pasó.
Y año nuevo, también. La pasé en mi habitación encerrada admirando el collar que me había regalado.
Abrí mi closet encontrándome con su suéter, y no pude evitarlo, di un jadeo. Lo tomé entre mis manos y lo apreté sobre mi pecho soltando unas lágrimas, cavilé que lo mejor era secarlas y salir de mi habitación tomando mis cosas sin dejar el suéter de Meliodas.
Mamá se encontraba en la cocina y al sentir mi presencia su mirada se dirigió a mi. Me dedicó una sonrisa cálida, ella colocó mi desayuno sobre el mesón y siguió buscando en la alacena, me senté sobre el taburete sin muchas ganas de querer comer y di un profundo suspiro.
—Éste año Meliodas iría a rehabilitación — pronuncié en un susurro, me dolia decir esas palabras, de hecho me dolia todo lo que viniera del chico, porque no había nada más doloroso que recordar algo que ya no estaba, pero era lo demasiado necia para olvidarle y tratar de seguir con mi vida sin que su recuerdo me lastimara., y yo tendría que ser fuerte por él.
Mi madre no dijo nada solo se quedó quieta, dándome la espalda. Ella había intentado hacer de todo para que yo pudiera tratar de dejar a Meliodas en el pasado, Tarmiel siempre intentaba sacarme de mi habitación, indicando que hiciéramos algo que me gustara, como antes. Pero no entendían. No podía dejar en el olvido a alguien que me había marcado para siempre.
Meliodas se habia alejado de mi, llevándose consigo mis gritos, arrasó como el peor de lo huracanes llevándose mis sueños en murmullos, fue el más grande incendio en mi vida y tan solo me dejó cenizas. Ella anhelaba que siguiera mi vida como antes de conocerlo, pero él había tomado gran parte de mi vida y sin darse cuenta me hizo dependiente de su persona, sujetó mi corazón y lo guardó para que nadie más lo hiciera. Se encargó de tomarlo de una manera tan bella e inocente para adueñarse de él.
—Y lo iba a hacer por mi —murmuré.
Escuché como suspiró mi madre antes de darse la vuelta y hacer que nuestros ojos se encontraran, los suyos ya estaban cristalizados, me dio una mirada triste después de un jadeo y se acercó a mí. Tomándome de las manos dio un beso suave a mi frente haciéndome sentir débil.
—No sabes cuánto me duele verte así — confesó, en un pequeño jadeo.
—¿Cómo alguien, solamente en unos meses se puede convertir en tu todo?— pregunté al borde del llanto — ¿Cómo es que empiezas a depender de esa persona? Pero, ¿cómo puede llegar a doler de ésta forma? —Ella bajó la mirada y negó unas cuentas veces, vi como una lagrima se escapó rodando por su mejilla y cayó al suelo.
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Mi Pequeño Boulevard
Fiksi RemajaElizabeth Goddess es una chica de 17 años a la que le cuesta madrugar. Un día, su impuntualidad la lleva a ser expulsada de la clase y, al dirigirse a las gradas de la escuela, conoce a un chico. Se trata de Meliodas Demon, un joven de 18 años que c...