CAPITULO 20

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ELIZABETH GODDESS

Las miradas de todos estaban sobre mí desde que bajé del auto de mi madre. Sentía la incomodidad apoderarse de todo mi ser, arrastraba con pasos laxos mis pies hasta llegar a mi casillero. Une vez estuve en frente de éste; lo abrí detenidamente aún sintiendo varios ojos detrás de mi espalda, por el rabillo del ojo vi a varias personas mirándome sin disimulo alguno.

Mordí mi labio con nerviosismo y comencé a guardar mis cosas, mis manos ya comenzaban a sudar y el ataque de la paranoia vendría pronto. Al instante que quise tomar unos de mis libros, divisé como un papel de color amarillo estaba perfectamente doblado a la mitad siendo acomodado en una esquina del casillero, mi entrecejo se frunció y lo tomé con duda.

Lo desdoblé dejándome a la vista el contenido de su interior. Mi cuerpo se tensó. Me helé y sentí como la pequeña sensación de presión en mi sien se hizo presente; mi boca se entreabrió haciendo que en mi lengua se sintiera seca. Ahora entendía porque todos me miraban de esa manera.

—Mierda, no puede ser...

Era la foto de Meliodas conmigo besándonos en la biblioteca.

Di un paso atrás y relamí mis labios, me di
la vuelta para ver como algunos susurraban
aún mirándome. De pronto me sentí aún
más pequeña, obteniendo miradas de
desaprobación, burlonas, sarcásticas y de
otras formas que quizá no podría descifrar.

—¡Elizabeth! —gritaron y miré a la dirección de donde provenía aquella voz.

Arthur venía hacía mí con grandes zancadas, su rostro estaba serio, podía ver desde esa distancia como su enojo emanaba sus venas. Cuando estuvo frente a frente de mí pude ver como la vena de su frente resaltaba. Estaba hecho una furia, lo suficiente para poder intimidarme. De eso no había duda.

— Arth... —no me dejo hablar, porque su voz ya estaba a un volumen muy fuerte.

—¡¿Que mierda es esto?!— gritó con euforia causando que yo diera otro paso atrás.

Su mano se levantó mostrándome su celular en donde estaba plasmada la foto de Meliodas conmigo. Me quedé muda ante eso, mis ojos solo viajaban de la imagen a sus ojos morados que ahora estaban oscuros, su mandíbula estaba muy tensa. ¿Cómo había ocurrido esto? ¿En qué momento todo se salió de mis manos?

—¡Contesta! — exigió duro acercándose peligrosamente a mí —¡Explícamelo ahora mismo, joder!

—Yo... yo... tartamudeé — No sé... no sé como ocurrió.

—¿No sabes? ¿Solo lo besaste y ya? — inquirió con ironía pura desbordando sus palabras —¿¡Desde cuándo me ves la cara de imbécil!? ¡Maldita sea, Elizabeth!

Todos a nuestro alrededor eran dignos de apreciar aquella escena que era un drama total. Me estaba gritando en frente de casi todo el instituto, la dignidad y orgullo que tenía se murió allí mismo, con los gritos del pelirrojo, los susurros de ellos y las miradas de todos.

— Arthur, de verdad lo siento.

Quise tratar de sonar firme, pero fallé en el intento, no podía. Mis ojos comenzaron a arder y supe que pronto lloraría, y así fue; no bastó menos de cinco minutos cuando las lágrimas empezaron a descender por mis mejillas.

No sabía que hacer, solo quería desaparecer, que todo fuera un sueño, ir con mi madre y llorar con ella, pero la realidad era esta, la que tenía en ese instante en frente de mí. todo la escena desagradable.

Correr. Echarme a correr sin dirección alguna, huir como una cobarde, esa era mi única opción en ese momento, es lo que quería a hacer.

—Te di mi confianza y la traicionaste, dejé que estuvieras cerca de él porque creía en ti —masculló — ¡Quizá debí decirte a ti que no te acercarás a él! ¡Porque al fin de cuentas tú fuiste la única que me traicionó! ¡No me importaba él! ¡Me importabas tú, Elizabeth! ¡Maldita sea, que estúpido soy!

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