CAPITULO 26

40 6 4
                                    

ELIZABETH GODDESS

Una vez más, halé del brazo de Meliodas intentando que entrara y él soltó un quejido.

—Estas loca si crees que entraré allí — murmuró entre dientes.

—Oh vamos —supliqué de nuevo.

—Nunca he entrado a una iglesia, o bueno, quizá sí, pero no quiero hacerlo ahora — indicó y ordenó:— Suéltame.

—Lo harás — sentencié y me miró durante unos segundos.

—No sé para qué demonios quieres que entre bufó —Pero está bien.

Soltó un suspiro y se liberó de mi agarre, sin rechistar más, entró. Caminó entre el pasillo del lado derecho y optó por sentarse en unos de los asientos del fondo, intenté no decir nada al respecto, al menos había tocado el suelo de la iglesia.

—Es una cita, bobo —articulé mirándole con una sonrisa.

—Entonces; esta es la cita más rara que he tenido en mi vida — confesó en un murmullo.

—Silencio — susurré y besė su mejilla.

Él alzó las manos y miró hacia el frente. Ni siquiera yo tenía idea del por qué lo había traído hasta aquí, pero al menos los dos escucharíamos la misa y de alguna forma esto era gracioso para mí y molesto para él, comenzábamos a molestarnos mutuamente.

Toda la misa pasó entre reclamos y gruñidos por parte de él, aunque en un determinado tiempo todo terminó y Meliodas salió de allí como si su vida dependiese de ello.

— Goddess, tienes prohibido hacer citas para nosotros — indicó caminando con cierta rapidez.

Rodé los ojos y traté de seguir su paso detrás, caminaba demasiado rápido para mi, mis pequeñas zancadas a comparación de las suyas era una muy grande diferencia.

—¡Demon! —grité para que se detuviera y lo pudiese alcanzar.

—Esta me las vas a pagar — amenazó mirándome con recelo.

—Me gusta cuando te enojas — vacile

Meliodas me dio un sonrisa cínica y me rodeó, para abrazarme por detrás pasando su brazo por mi cuello, rozó su barbilla por encima de mi cabello haciendo pequeñas cosquillas y causando que yo me removiera.

—Esto es por lo que has hecho. —Y antes que yo pudiera comprender lo que había o al menos hablar, él mordió mi mejilla.

—¡No! —chillé y dio una gran carcajada.

—Y ese es el comienzo. —Sonrió lobunamente, metió sus manos a los bolsillos de sus jeans y, de nuevo, comenzó a caminar.

[...]

Moviéndome incómoda entre mis sabanas, una voz cálida sonó cerca de mi oído, ignorando por completo el acontecimiento me enredé más entre mi sabana, aunque no bastó menos de un minuto cuando sentí mi cuerpo siendo sacudido por alguien tomando de mis hombros.

— Goddess, despierta —dijo en un cantito.

Entreabri mis ojos con pesadez para ver a una persona sobre mí, quise entrar en pánico hasta que su voz hizo presencia de nuevo, la poca luz que entraba a mi habitación hizo que pudiese verlo. El cabello rubio de Meliodas desprendía brillo gracias al umbral de la luna, sus ojos se cernían por toda mi cara y una sonrisa se plasmaba en la suya.

—¿Qué haces aquí? —murmuré soñolienta pasando mis dedos sobre mis ojos.

—Acompáñame, vamos — indicó levantándose de la cama.

Mi Pequeño Boulevard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora