—¡MALDITA SEA! —bramó Aurelio, frenético.
Debido a la rebelión que había estallado en su prisión, se había visto obligado a refugiarse en la enfermería. Junto a él había traído al moribundo cuerpo de Jean, su nieto, y su secretario.
—Señor... el comedor, las celdas, la administración, las minas y el muelle han sido tomados. Los prisioneros están a punto de entrar a las mazmorras. Es mejor si nos rendimos ahora, antes de que nos maten —lo aconsejó el último hombre, mientras su jefe se armaba con un fusil y un par de revólveres.
—¡NO! ¡No nos rendiremos! —se quejó—. ¡Ten un poco de fibra! ¡Maricón de mierda! ¡Ten fe!
—¡Los piratas nos tienen rodeados! ¡Los presos han tomado el control! ¡¿Qué piensa usted hacer?! ¡¿Lanzarse al mar y nadar hasta la comisaría más cercana?! ¡Estamos en una puta isla! ¡A metros de la costa! ¡ESTAMOS JODIDOS!
Aurelio ignoró las protestas del funcionario y caminó hacia el desacordado violinista.
—Vamos... ¡Despiértate, bastardo! —le dio una bofetada, pero el joven apenas reaccionó.
—No tenemos mucho tiempo —lo volvió a irritar el guardia, decidido a marcharse.
—Este infeliz morirá en breve —pensó en voz el director de la cárcel, todavía ignorando las aseveraciones del hombre—. Pero aún puedo usarlo como carnada...
El secretario, exasperado por la locura de su superior, sacudió la cabeza y preguntó:
—¿De qué hablas?
—Lo dejaré aquí a que se pudra y me moveré a la habitación de atrás con él niño... ese baboso me salvará —Aurelio se acercó a su colega—. Si mis predicciones son correctas, ya liberaron a su madre. Así que haré un intercambio con ella. Mi libertad por la vida de su hijo. Es la única manera que veo de salir de aquí con vida... —exhaló, más decepcionado que atemorizado—. No quería tener que perder al niño, porque aún podía ganar dinero con él, pero... —se encogió de hombros—, es lo que me resta por hacer.
El niño en cuestión no abría la boca para decir nada. No conocía la inocente euforia de su jovial edad. Su alma cansada, deprimida y asustada no condecía con sus pocos años de vida. Ni siquiera levantaba la mirada, curioso por la conversación de los adultos. Era un infante en tamaño, pero no en comportamiento.
Pero eso a Aurelio no le importaba ni un poco. Para él, aquel pequeño ser no era su querido nieto, sino mercancía. Y percibir eso llegó a asustar incluso al guardia que lo acompañaba. ¿Qué tipo de alma pérfida y cruel era aquella? ¿Qué monstruo se escondía bajo aquel oscuro uniforme?
—¿Y qué hay de mí? —preguntó, temiendo por su futuro, tanto como temía por el del niño—. ¿Me voy con usted? —silencio—. ¿Señor?
El director no se volteó hacia él. No le dio un segundo de su atención. Apenas alzó su revólver con un movimiento ágil, fluido, y le disparó al pecho, con suma indiferencia y hasta un poco de aburrimiento. Luego, poco afectado por el sonido húmedo de las gárgaras que el secretario hacía mientras se ahogaba en su propia sangre, Aurelio se volteó hacia su callado nieto, quien se hallaba sentado sobre una hamaca a su derecha, aturdido por la violencia que testificaba.
—Vámonos, André.
—No quiero ir —el niño jugó con los cordones de sus zapatos, y mantuvo su mirada pegada a los mismos.
—¿Qué te dije sobre desobedecer el abuelo? —el oficial le preguntó, jalándolo por la camisa hasta que se levantara.
—Es malo.
![](https://img.wattpad.com/cover/326161240-288-k754105.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Traición y Justicia: Revelaciones
Lãng mạnCon el regreso de su hermano Jean y de su ex esposa Elise, al ministro Claude Chassier no le queda otra alternativa a no ser confrontar al pasado, a sus múltiples errores y a las incontables preguntas de su hijo André; ¿Por qué sus padres se separar...