Carcosa, 2 de enero de 1889
Marcus estaba sentado en la silla opuesta a la cama de Claude, haciéndole compañía a horas, extenuado e irritado.
El joven ministro había sido despojado de sus previas ropas y por el momento, solo llevaba puesto una de las batas blancas del hospital. Su vestimenta en sí no servía de mucho para protegerlo del frío, así que Pettra tomó la iniciativa de cubrir su cuerpo semidesnudo con una frazada de lana, que una enfermera le había traído durante la madrugada, resignándose a morir congelado en su incomodo asiento.
No mentiría, el chico se veía muy mal. Tenía la cabeza envuelta en gasas y su pierna derecha se hallaba enderezada y perforada en varios puntos por un extraño armazón de metal, que supuestamente ayudaría a estabilizar sus fracturas y salvarlo de una amputación. Desde lejos se podían ver los gruesos tornillos que atravesaban su piel y se ligaban al hueso, rodeados de bolitas de algodón enrojecido, repugnantes de mirar. Aquel innovador procedimiento más le parecía una tortura que un tratamiento válido, pero por ahora, no tenía otra opción a no ser confiar en la experiencia de los doctores. La recuperación de Claude dependía de ellos.
Bajó la vista, llevándola hacia las imágenes que sujetaba en la mano. Al llegar al hospital, se dio cuenta de que el muchacho seguía usando el mismo frac que había vestido en la fiesta de año nuevo, por la mañana. Y antes que el traje fuera lanzado a la basura, por su pésimo estado, Marcus le demandó al equipo médico que lo dejaran retirar las pertenencias de su dueño de adentro.
Para su sorpresa más grande, el misterioso sobre entregado por Aurelio seguía escondido en su bolsillo. Algunas de las fotografías que halló en el envoltorio habían sido arruinadas por la sangre del ministro, pero parte de ellas habían permanecido intactas, Dios sabría cómo. Y lo que vio ahí explicó bastante bien porqué Claude había salido de su hogar en plena madrugada, sin avisarle a nadie, dejando atrás apenas una botella de vino vacía, resquicios de vómito y una cama deshecha.
Antonio Camellieri había fotografiado a Elise y Jean juntos, en varias oportunidades. La primera, en una playa norteña, besándose cerca de unas rocas. La resolución y claridad de la imagen lo sorprendió menos que la traición que delataba. Por el ángulo en que había sido capturada y por el tamaño de las olas que los rodeaban, el estómago de la muchacha no era visible. Su busto, sin embargo, era fácilmente identificable. La segunda imagen – tomada en el baile de invierno-, era más formal y discreta que la anterior, pero al ser contextualizada, resultaba aún más inquietante. Ambos habían sido vistos juntos, en un evento público, y nadie había sospechado de nada. El nivel de descaro era absurdo. La tercera, capturada la noche del estreno del Lago de los Cisnes, los mostraba tomados de la mano, en un rincón apartado del elenco principal. Aquella última parecía haber sido un registro accidental, pero había sido incluida al sobre de todas formas.
Sumada a las tres copias a la albumina que habían sobrevivido al accidente, estaba una carta redactada por Aurelio, de historia similar a la que había escrito a su hija meses antes, sobre el plan de Jean y Lilian. En sus párrafos, ambos eran los villanos del cuento. Ambos habían engañado al ministro y la empresaria desde el inicio. Ellos eran los culpables principales detrás de las desdichas del casal, no el oficial.
—Maldito bastardo... —Marcus sacudió la cabeza, airado.
—Pensé que yo te agradaba —Claude balbuceó segundos después, abriendo los ojos con una expresión agónica.
Al oír su voz, el policía se levantó de la silla lo más rápido que pudo, dejó los papeles en una mesa cercana y caminó a su lado con un exhalo apaciguado.
—Hey...
—¿Qué me pasó? —el joven preguntó, percibiendo que hasta respirar le resultaba difícil.
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Traición y Justicia: Revelaciones
RomanceCon el regreso de su hermano Jean y de su ex esposa Elise, al ministro Claude Chassier no le queda otra alternativa a no ser confrontar al pasado, a sus múltiples errores y a las incontables preguntas de su hijo André; ¿Por qué sus padres se separar...