—¿Ministro? —su secretaria, Martha, entreabrió la puerta—. ¿Está usted ocupado?
—No, mademoiselle Stern... no —respondió, limpiándose el rostro, fingiendo que no había estado llorando—. Puede pasar.
Ella entró con pasos cortos, postura encorvada, y actitud tímida.
—Vine a pedir mis disculpas por la información que fue publicada a su respecto. No sé cómo llegó a las manos de los redactores del Times, pero estoy moviendo un proceso contra ellos, a ver si podemos detener la imprenta....
Claude la silenció con un gesto de la mano.
—No necesita disculparse, y no necesita hacer nada... deje que hagan lo que quieran. Lo merezco —agarró la licorera de vidrio que tenía sobre la mesa, sirviéndose lo poco de whiskey que le quedaba—. Solo... intente que mi familia no salga perjudicada. Si ve algo sobre mi esposa... algún titular indebido sobre ella...
—Haré que lo remuevan —la mujer concordó, observándolo con pena—. ¿No quiere usted ir a casa? No se ve muy bien.
Él tragó el alcohol con una mueca de desagrado.
—No... tengo que trabajar. Eso lo único que me queda por hacer —se deshizo del vaso y agarró su pluma—. ¿Hay alguna respuesta del alcalde de Merchant sobre la Ley de Derechos Civiles?
—Directa, aún no. Pero le escribí a su secretario y me dijo que están considerando las opciones. Por ahora, cree que Morsen votará a favor.
—Al menos una buena noticia tenemos —Claude bufó, escribiendo algo indiscernible en un cuaderno—. Mademoiselle Stern...
—¿Sí?
El ministro la miró, algo desnortado, antes de sacudir la cabeza.
—No, nada.
—Algo debe ser, si pensó en preguntarlo —la morena cerró la puerta y se sentó en la silla frente a su escritorio—. ¿Qué necesita?
Él pareció ponderar la pregunta por un largo momento, como si tampoco supiera la respuesta. Dejó su pluma en el tintero y cruzó sus brazos sobre el enorme papeleo a su frente.
—¿Le incomodaría darme un consejo? No como mi secretaria, sino como mujer...
—No, para nada. Adelante, ¿qué quiere saber?
—Si un hombre la traicionara, ¿qué tendría él que hacer para que usted lo perdonara?
Ella tragó en seco y su rostro profesional se disolvió.
—Entonces de eso se trata.
—Lo lamento, no quería ofenderla. Finja que no le dije nada, puede retirarse...
—Primero que todo... —Martha lo interrumpió: —Tendría que disculparse y ser genuino al respecto. Segundo, debería demostrar que cambió... que merece mi perdón.
—¿Y si él no cambia?... ¿Y si no puede decir que lo siente?...
—Pues no lo perdonaría —fue dura, pero honesta—. No conozco muy bien a su esposa, pero pienso que ella tampoco lo haría.
—Yo no me acuerdo de nada —confesó, agobiado—. Nada de lo que ocurrió aquella noche. No puedo decir que lo siento, si ni siquiera me acuerdo qué pasó.
—¿Nada? —ella indagó, y él sacudió la cabeza.
—No sé qué hice... o por qué lo hice.
—¿Pero se arrepiente? ¿Del sufrimiento que le causó?
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Traición y Justicia: Revelaciones
RomanceCon el regreso de su hermano Jean y de su ex esposa Elise, al ministro Claude Chassier no le queda otra alternativa a no ser confrontar al pasado, a sus múltiples errores y a las incontables preguntas de su hijo André; ¿Por qué sus padres se separar...