Acto II: Capítulo 29

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Carcosa, 25 de enero de 1889

Aurelio hizo buen uso de su petaca mientras esperaba a que Antonio apareciera. Sentado en una de las bancas del parque Pompadour, uniformado de pies a cabeza, él observaba como un grupo de niños jugaban con sus barcos de madera en una fuente cercana, tragándose un poco de licor todas las veces que uno se volteaba sobre el agua.

—¿Y bien? ¿Para qué me llamaste aquí? —el periodista anunció su llegada, sentándose a su lado con un suspiro cansado.

Colgando de su hombro, una correa sujetaba a su más nueva y preciada invención: una cámara de doble lente portátil. Para su creación, había usado el mismo mecanismo de su cámara espía; una placa fotográfica redonda, de 17 centímetros de diámetros, que podría ser girada por al jalar una pequeña cadena metálica. Con cada tirón, una imagen era elaborada. En total, podía capturar seis.

—No me preguntes lo que ya sabes. Recibiste mi nota —Aurelio mencionó al mensaje que le había dejado en la entrada de su casa, un par de horas atrás—. Hoy comienza el plan.

—Sí, pero... ¿tienes algún motivo en específico para esa súbita decisión de comenzarlo hoy? La última vez que nos vimos tú dijiste que querías esperar más tiempo...

—Anselmo me mencionó que Claude está inválido, que ya se ha enterado del caso de Elise con su hermano, y que ya se ha peleado con ambos — el oficial lo interrumpió, guardando su petaca— La confianza entre todos está fracturada. Es el momento más oportuno para actuar.

—De acuerdo —Amtonio dio de hombros—. ¿Y qué necesitas que haga? Nunca me lo especificaste.

—Quiero que me ayudes a crear la escena del crimen y después, quiero que la fotografíes. Fue por eso que pedí que trajeras tu cámara contigo. Necesitaremos coleccionar evidencia. Además... —levantó su brazo lesionado—. Tu ayuda será crucial para someter a Jean. No podré hacerlo solo, como ves... Tuve un pequeño accidente en la noche de año nuevo.

—Huh... —el periodista levantó su vista, conectando los puntos—. Entonces tú eras el cochero misterioso de Claude aquella noche... Tú eres el culpablede su accidente. 

—¿Te sorprende? Te dije que lo quería matar.

—Pero no lo lograste.

—Lamentablemente, no — Aurelio hizo una mueca—. Pero lo dejé inválido. Por ahora, estoy satisfecho con eso.

—Me pregunto cómo él no te reconoció.

—Le robé las ropas al palafrenero y me hice pasar por él. Fue bastante simple.

—¿Y cómo le robaste?...

—Lo maté — el oficial fue directo al punto—. No mentiré, ofrecí pagarle cierta suma de dinero primero, para que me dejara suplantarlo, pero él se negó... así que no tuve opción. Lo ahorqué y enterré su cuerpo cerca del establo. Los guardias que protegen la propiedad del ministro son viejos amigos míos, me ayudaron a ocultar el cuerpo. No fue tan difícil como parece, y lo que haremos ahora tampoco lo será... Ven conmigo —queriendo ponerle un fin al tema, el hombre se levantó de la banca y salió del parque, con Antonio siguiéndole la cola—. Lo que necesito que hagas... —se detuvieron cerca de una casa de postas—. Es que dejes a Jean inconsciente mientras yo hablo con Elise. No debería resultarte difícil noquearlo. Hasta te prestaré mi luma para que lo golpees.

—¿Y después?

—Haremos lo que hemos estado planificando a meses... — Aurelio sonrió—. Destruir a la familia Chassier.

—¿No me darás más detalles que eso?

—Lo haré... —le hizo una seña a una diligencia que se acercaba—. Cuando lleguemos a nuestro destino.

Traición y Justicia: RevelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora