Puerto de Levon, 15 de diciembre de 1888.
—Te tengo pésimas noticias, Aurelio —Antonio entró a su escritorio en la comisaría de Widok sin anunciarse, cerrando la puerta a sus espaldas con urgencia, indispuesto a dejar que alguien escuchara su conversación—. Como me lo has pedido, he estado observando a tu hija y a Chassier de cerca, día y noche... y lo que descubrí no te va a gustar.
Se acercó a la mesa y le entregó un sobre marrón claro, donde había guardado las copias a la albumina que había desarrollado durante la semana. Las imágenes habían sido hechas sobre una lámina de vidrio de veinticinco por diez centímetros – bastante más larga a las que usaba en su propio estudio-. Había escogido aquella resolución pues permitía un nivel impresionante de detalles, minimizando el desenfoque y las expresiones faciales borrosas. Su padre, durante la guerra de independencia, la había empleado para registrar los muertos en los campos de batalla.
—Mi caro... estas no son malas noticias, son excelentes noticias —Aurelio sonrió, sin quitar la vista de los papeles, que denunciaban la creciente cercanía de Elise y Jean—. Realicé una pequeña investigación mientras no estabas y descubrí que mi hija y el ministro no se separaron, como toda Carcosa lo supone.
—¿No? ¿entonces qué?...
—Firmaron un acuerdo de suspensión temporal de matrimonio.
—¿Y eso significa?
—Significa que, aunque están físicamente separados, legalmente siguen unidos...
—¿Legalmente? ... —Antonio se sentó al frente del escritorio de su jefe—. Entonces, si Claude se muere... ¿Elise recibiría su fortuna de todas formas?
—Exacto. Sin mencionar a la Santa Herencia, que la familia Chassier sería obligada a pagarme —sonrió, reclinándose en su silla.
La "Santa Herencia" - o "Auxilio de Defunción"-, era una suma de dinero estipulada por el Estado, que la familia del conyugue fallecido debería pagarle a la del viudo, a fin de asegurar su estabilidad financiera. Tal como ocurría con la derogada Ley de Economía Familiar, la existencia de la Santa Herencia era frecuentemente cuestionada, pero la Ley en sí jamás enmendada o anulada. Como era parte de uno de los actos jurídicos más antiguos del país, era defendida con garras y dientes por los políticos más tradicionalistas, pese a sus inúmeras fallas y agujeros legales.
—Entonces tu venganza, en teoría... ¿La podrías ejecutar ahora?
—Sí... pero yo le prometí a Elise que esperaría hasta que tenga a su hijo, y eso haré. Por ahora, la dejaré en paz.
Antonio se rio, incrédulo.
—¿Vas a esperar?
—Claro... ya te lo dije, no rompo mis promesas —cruzó las manos sobre su escritorio—. Además, en este momento debo concentrarme en otra parte del plan: aumentar la rivalidad entre Jean-Luc y su hermano. A final, si lo vamos a usar de chivo expiatorio, debemos hacer al ministro creer que él se merece todo su desprecio y rabia. Tienen que odiarse al punto de matarse, si es que me entiendes... —el periodista asintió—. Es ahí que estas imágenes entran... y es por eso que son perfectas.
—¿Qué tienes en mente?
Aurelio sonrió con malicia.
—Creo que es tiempo que Claude sepa dónde ha estado su mujer durante todo este tiempo... qué exactamente ha estado haciendo... —le devolvió el sobre con las fotografías a Antonio—. Y con quién.
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Carcosa, 31 de diciembre de 1888.
—¡Es año nuevo caballeros! ¡Es un nuevo comienzo para nuestra nación, para nuestro gobierno!... ¡Les propongo un brindis para las nuevas oportunidades que se nos aproximan, por aquellas que supimos aprovechar con astucia, e incluso por aquellas que perdimos y que nos enseñaron lecciones valiosas!... ¡Salud! —Paul Levi finalizó su discurso y alzó su copa al aire, enseguida tomando un largo sorbo de champaña, mientras sus colegas lanzaban sus sombreros al aire, entre aplausos y silbidos.
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Traición y Justicia: Revelaciones
RomansaCon el regreso de su hermano Jean y de su ex esposa Elise, al ministro Claude Chassier no le queda otra alternativa a no ser confrontar al pasado, a sus múltiples errores y a las incontables preguntas de su hijo André; ¿Por qué sus padres se separar...