El prisionero de Azkaban
_________________________________PROLOGO
"We've all made selfish, bad decisions
We've all tried dishing out the blame
Convinced our selves of our own actions
My problem is I'll never change"__________________________ ✶ ___________________________
Es una noche tormentosa, las olas del mar son feroces, el viento golpea la vela de una pequeña embarcación, el agua helada de la lluvia se acumula en el suelo de madera y casi la totalidad de la tripulación permanece empapada de pies a cabeza.
La luna llena resplandece en el cielo estrellado y de repente, en el horizonte, una franja oscura llega a la vista. Un frio intenso comienza a esparcirse conforme se acercan a la isla de piedra, el ruido de la tormenta se vuelve más lejano, las olas más suaves.
Una joven se estremece en su asiento, estando incluso en un compartimento con la chimenea encendida con un té humeante entre sus dedos, es capaz de sentir el frio en el pecho. Detesta estar ahí. Sus ojos azules se pasean por la estancia buscando una distracción hasta que se encuentran con la mirada casi asustada de un hombre mayor y canoso.
–¿Se encuentra bien, señor ministro? –Pregunta la joven, su ceja ligueramente alzada.
El hombre carraspea un poco, su cara se compone imitando una falsa tranquilidad.
–Por supuesto, estoy seguro de que estamos por llegar –Anuncia poniéndose de pie, su larga túnica cae hasta el suelo–. Será mejor que salgamos, somos los únicos con varita que pueden defender a la embarcación.
La joven se pone de pie al instante, su mano va directo a uno de los bolsillos de su túnica, donde una vara de madera se encuentra protegida. Caminando detrás del ministro se dirige hasta la cubierta, donde ambos se detienen y alzan sus varitas hacia lo alto. Están casi por llegar a la orilla de la isla, frente a ellos una torre inmensa de piedra se alza hasta perderse entre las nubes y la oscuridad de la noche.
Cuando están por desembarcar lo que parecen ser nubes oscuras en lo alto de la torre, comienzan a descender hasta ellos de forma casi fantasmal, el frio se vuelve insoportable. Las figuras que descienden se acercan tanto que la joven hechicera traga saliva con nerviosismo, son cientos de ellos, probablemente miles. Miles de dementores.
–Es hora –Dice ella, el hombre a su lado concuerda con ella con un asentimiento y ambos susurran unas palabras casi inaudibles.
De la punta de sus varitas una luz plateada se extiende creando lo que parece ser un escudo luminoso que rodea toda la embarcación. El ministro de magia dirige unas palabras a las creaturas oscuras y estas comienzan a esparcirse poco a poco, dejándoles el paso libre para adentrarse por un túnel al edificio de piedra.
–Desagradables creaturas los dementores –Admite el viejo mago una vez que desembarcan y comienzan a andar por unas inmensas escaleras de caracol–. Pero sin duda los guardianes más eficaces para la prisión de más alta seguridad en Londres.
–Sin duda alguna –Murmura la mujer, con la luz que sale de la punta de su varita aluza una celda vacía, un esqueleto descansa en una esquina.
–Hagamos de esto una visita rápida, señorita Johnson.
El camino es largo, lo suficiente para que Elizabeth Johnson se pregunte, una y mil veces si vale realmente la pena ser Aurora. Tener un caso de investigación cada seis meses, arrestar de vez en cuando a hombres lobo fuera de control o adolescentes rebeldes con una varita en mano, o en su caso en particular, acompañar al ministro de Magia a donde quiera que vaya como si de un guarda espalda se tratara. Aunque a sus diecisiete años ser Aurora había sido la carrera indicada y había sido excelente en ello sus primeros años de trabajo, las cosas habían cambiado. Eran tiempos distintos, quince años atrás había una guerra que parecía interminable, en aquel entonces capturar a magos tenebrosos se había convertido en su trabajo del día a día, durante tres años había experimentado el miedo, la desesperación, pero sobre todo la determinación y el orgullo de defender al mundo mágico, de luchar por una buena causa. Con la caída del señor tenebroso Elizabeth tuvo un respiro y mucha paz durante años, su trabajo seguía siendo interminable, atrapar a los mortifagos que habían participado en la guerra se convirtió por un tiempo en su única preocupación, su mentor, Muddy, le enseño todo lo que sabe. Su carrera se convirtió en lo más importante de su vida, alcanzo cada uno de sus objetivos antes de los treinta años, se convirtió en la mejor Aurora de su generación, a tal grado de ser la protectora del propio ministro de Magia. Pero ahora, estando a los principios de sus treintas, se daba cuenta de muchas cosas que había sacrificado gracias a su trabajo y que no ya no sabía si vale realmente la pena tanto esfuerzo. Se sentía como en una de esas celdas que rodeaban cada centímetro de la torre, atrapada, encarcelada en sus propias decisiones, en el camino que había tomado su vida.
Elizabeth hace su trabajo a la perfección, acompaña al ministro hasta las prisiones de mayor seguridad, mantiene su patronus corpóreo junto a ella, una lechuza que vuela sobre sus cabezas espantando a los dementores para que el ministro Fudge pueda hablar con los prisioneros. Ella se mantiene al margen, ver caras demacradas, risas enloquecidas y miradas ensombrecidas por el horror es lo último que necesita. Ya tiene suficiente con el insomnio que sufre por las noches como para agregar más imágenes perturbadoras a su cabeza, prefiere leer el periódico El profeta para distraerse un poco.
No es hasta que llegan a la última celda del recorrido que Elizabeth se muestra interesada. Fudge habla con la voz entrecortada con el ultimo prisionero, el cual le responde con una inusual tranquilidad. No hay gritos, no hay llanto, no hay risas. Solo una ronca voz diciendo frases completas, una voz extrañamente familiar para la joven hechicera.
–Se encuentra usted muy conservado, siendo honesto –Habla el ministro acercándose poco más a la celda–. después de trece años.
Elizabeth se acerca con curiosidad, su corazón acelerado por el suspenso. En lo oscuro de la celda un hombre joven, delgado y desalineado se encuentra sentado con la espalda recargada en la pared de piedra.
–Black... –Susurra Elizabeth cuando reconoce al individuo.
El hombre dirige su mirada oscura a la chica. La mente de Elizabeth viaja a su adolescencia, donde ese mismo hombre la saludaba en los pasillos del colegio, cuando era un chico normal, tal vez algo rebelde. Había pasado tantos años de eso, de haber sido compañeros, de haber estado juntos en el entrenamiento de Aurores.
–Johnson –Una mueca aparece en el rostro demacrado de Sirius Black, y Elizabeth maldice a sus adentros al sentir la nostalgia removerse en su pecho al identificar el gesto como una sonrisa–. Tanto tiempo.
–Nunca pensé que te convertirás en esto –Suelta la chica. Jamás tuvo la oportunidad de decírselo, después de que se convirtió en un asesino y que ella misma participo en su captura, después de haber peleado con él en ese último duelo antes de que lo encarcelaran en Azkaban.
–Puedo decir lo mismo –Esta vez, el hombre si sonríe de manera burlesca, mandando escalofríos al cuerpo de la chica.
–Nos vamos, todo parece estar en orden –Anuncia nerviosamente el ministro al ver la lucha de mirada entre los adultos frente a él.
–¿Me dejan el periódico? –Pregunta el prisionero volteando a ver por un momento al señor Fuge–. Extraño los crucigramas.
Sirius vuelve a mirar a Elizabeth, su mirada intensa le pone los nervios de punta y eso le molesta. Se ha enfrentado a magos tenebrosos, muchísimos, el hecho de que un chico de su pasado la ponga en ese estado es irritante. Fudge asiente con la cabeza y le pide a Elizabeth que le entregue el pergamino, después se da la media vuelta para alejarse.
–Deberías comerlo –Aconseja la chica de mal humor pasando el periódico dentro de la celda–. estas casi por caber entre las barras.
Una chispa aparece en los ojos del prisionero. La chica lo identifica al instante, es la mirada que tenía él y sus amigos antes de hacer cosas estúpidas en el colegio, antes de hacer travesuras.
–Tienes toda la razón, Johnson. Toda la razón.
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PATRONUS (Remus Lupin)
FanfictionElla paso de ser una de las mejores alumnas en Hogwarts a ser la Aurora mas importante en Gran Bretaña. Él paso de ser el uno de los jovenes mas brillantes de Hogwarts, a vivir una vida colmada de desempleos y soledad. Ambos se rencuentran con un ún...