Capítulo 2

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Mis ojos se llenaron de lágrimas. Por más que me explicaban no lo podía creer.

¿La abuela se había caído de sus propios pies? ¿Y se había fracturado el fémur?

Imposible ¿Cómo el hueso más fuerte del cuerpo puede romperse con una simple caída?¿Cómo mi abuela que, hacía a penas una semana me había recibido con un abrazo bien fuerte en su casa, hoy estaba en una camilla de hospital sin poder caminar?

Así es la vida pequeña Nani cuando más feliz eres, cuando piensas que nada puede ir mal te enseña que solo eres un humano más viviendo en un planeta lleno de dolor y desesperanza.

Mi padre me iba contando cada detalle, como se había caído, que todo había sido de repente y que abu había terminado en el hospital en el hospital, que no sabía cuánto tiempo estarían ahí.

—Quiero ir —dije sin pensarlo dos veces.

Mi padre se quedó helado, supongo que no esperaba esa respuesta. Odiaba los hospitales desde pequeña.

—P-pero, ¿estás segura? —dijo tartamudeando.

Confirmado, no esperaba esa respuesta de mi parte.

Me puse de pie sin pensarlo dos veces, se trataba de ella, del centro de mi universo.

—Más que segura papá, necesito ver a mi abuela.

Y sin nada más que decir me di la vuelta y fui hacia mi cuarto, cerré la puerta y apoyé mi espalda en ella, no pude más.

No sabía que tenía tantas lágrimas acumuladas, no recuerdo la última vez que lloré así, lo único que sé es que ahí estaba yo, ahogando mis sollozos en la almohada, debían ser pasadas las 12:00 pm y aún no podía dormir así que hice lo que me sugirió mi psicóloga en casos como este, cogí mi teléfono y mis audífonos y me puse a escuchar Morat a todo volumen —si ellos, no me juzguen era mi grupo favorito y los únicos capaces de entender mi dolor— adoraba sus melodías, eran un calmante para mi ansiedad, lo habían sido desde que escuché su primera canción.

No sé en qué momento me quedé dormida pero cuando desperté eran pasadas las 7:00 am y mi madre entraba en mi habitación abriendo las cortinas y dejando entrar el sol en mi cuarto llevándose a su paso toda la oscuridad y la tranquilidad.

Por un momento llegué a pensar que todo estaba bien, que no había pasado nada, que todo era una pesadilla y ya había pasado, la oscuridad de la noche se la había llevado. Pero desgraciadamente no fue así, las palabras de mi madre me devolvieron a la realidad.

—Nan, sé que no estás bien, sé que duele saber que la abuela no está bien, pero va a pasar mi niña recuerda siempre esto: por más grande que sea la tormenta o por más miedo que dé siempre pasa y llega la calma. La tormenta arrasará con lo que encuentre a su paso o tal vez no, pero recuerda lo hermoso que será todo cuando vuelva a la normalidad, será incluso más hermoso porque tendrá para contar una historia dolorosa que la hizo más fuerte...

No dije nada solo escuchaba atenta las palabras de mi madre con un semblante triste. Me dio un beso en la mejilla y la vi alejarse y cerrar la puerta de la habitación.

Me levanté de la cama aún cabizbaja, me di una ducha y me coloqué unos jeans negros y una blusa azul que combinaba con mis zapatos. Me recogí mi pelo rizo revuelto en una cola desordenada dejando caer algunos rizos sobre mi frente.

La verdad no tenía muchas ganas de arreglarme así que sin pensarlo más salí de la habitación sin maquillaje y al bajar las escaleras me encontré a mi padre esperándome. Su mirada era triste, no creo que una fractura fuese para preocuparse tanto. Había algo que no me contaban.

—¿Nos vamos? —me preguntó y noté en su voz la incertidumbre de si era o no buena idea que fuese al hospital.

—Nos vamos papá —le dije sin dudarlo ni un segundo.

El camino se me hizo largo pero llegamos al hospital tan solo en diez minutos. Entrar allí después de tanto tiempo me estaba afectando, lo noté en el temblor de mis manos pero lo disimulé lo mejor que pude.

Entramos y nos dirigimos a la sala donde se encontraba mi abuela. Y la vi allí encima de aquella cama. A pesar de su notoria debilidad al sentir mi presencia levantó la cabeza con una ligera alegría inundando su mirada. Reflejó una pequeña sonrisa en sus labios y me ofreció sentarme junto a ella en la cama.

Nos dejaron solas, yo estaba nerviosa sin saber que hacer o qué decir el hospital me traía muy malos recuerdos. Mi abuela notó mi nerviosismo, me tomó la mano y mirándome a los ojos dijo:

—Aquí estoy Nani y aquí estaré siempre para ti, no tienes porqué sentir miedo o estar nerviosa por algo que superaste hace mucho tiempo.

—Abu es muy raro tener que visitarte aquí —repasaba el lugar con los ojos—, esperaba verte en la casa preparando algo delicioso de comer esperando nuestra llegada.

—Las cosas no son siempre como las queremos Nani, le vida da muchas vueltas, no sabemos que puede pasar con nosotros mañana, no sabemos dónde vamos a estar. El destino es impredecible por eso es mejor vivir cada minuto como si no tuvieses ninguno más.

¿Por qué mi abuela hablaba así ?¿Por qué sonaba a despedida?

—Abu yo... t-tengo miedo, no sé que te está pasando pero quiero que vuelvas con nosotros a casa, quiero verte allí como siempre y...

Se me escapó una lágrima, mi abuela rozó mi mejilla con sus dedos conteniendo mi llanto.

—No me va a pasar nada Nan. Siempre voy a estar aquí, no me voy a ningún lugar te lo prometo. Siempre voy a estar para ti, aún nos faltan muchas cosas por vivir juntas no lo olvides. Tu abuela te quiere muchísimo y nunca te va a dejar sola, se valiente y vive tu vida como he vivido yo la mía, no desperdicies tu valioso tiempo llorando, se fuerte mi niña y no dejes que nadie intente pisotearte o que frustren tus sueños. Ámate y ama tu vida cada segundo de esta. Se feliz, nunca dejes de sonreír y sobre todo... Nunca dejes de ser tú. Hay un guerrero silencioso dentro de mí ramificándose a cada segundo, esparciéndose por mi cuerpo e intentando ganar la batalla. Quiero que tú me ayudes cariño, ayúdame a ser fuerte para hacerle frente.

Guerrero silencioso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora