Capítulo 1

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AVISO:

¡Hola, hola! Les aviso que la historia está siendo editada, por lo que puede que cambien algunas escenas aunque no la idea central de los capítulos.

¡Disfruten de la lectura!

Dos años antes

—¡Marianaaaaaa!

—Que ya voy mamá, ¿qué son esos gritos? —resoplo bajando los escalones a toda velocidad.

—Si te quitaras esos tapones anti-mundo de tus oídos sabrías que llevo más de media hora llamándote.

—Mamá se llaman audífonos —dije sonriendo ante su forma tan peculiar de referirse a ellos—, y no seas exagerada estoy segura que no llevas ni cinco minutos llamándome —volteo los ojos en blanco.

—Mariana como sigas de bocaza contradiciendo todo lo que te digo te vas a quedar en casa sin salir una semana, ah y sin tapones anti-mundo —dijo enarcando una ceja y mirándome desafiante.

—Está bien mamá tú ganas.

No me gustaba perder en las discusiones pero era mi madre esa señora de metro cincuenta y ocho, incluso más pequeña que yo, pero que con tan solo una mirada te ponía a temblar.

Además no quería perderme el viaje a la casa de mi abuela, hacía unas semanas que no la veía. Ya extrañaba sus charlas, extensas sí, pero que en lugar de aburrirte te dejaban embobado con ganas de escuchar más y más.

—¿Mariana me estás escuchando?

Ups, de nuevo dejé de prestarle atención a mi madre. ¿Qué decía?

Ah sí, algo de no dejarme salir de casa...

Diosito protégeme de su furia por favor.

Justo cuando mi madre empezaba a soltar chispas por los ojos y estaba a punto de comenzar a gritarme por no estar escuchándola entró mi papá en la habitación salvándome y acaparando toda la atención —porque eso era él, mi salvador— pero esta vez era distinto, mi padre no tenía ese brillo característico en sus ojos.

Nos dio una sonrisa de boca cerrada a modo de saludo tratando de disimular su estado de ánimo pero era imposible, sabía que algo pasaba, algo no estaba bien.

—Hola papá —corrí a abrazarlo y le di un beso en la mejilla, correspondió al abrazo pero lo sentía distante.

—Hola cariño, ¿pasa algo? —dijo mi madre pero la respuesta no llegó hasta lo que creí fueron minutos más tarde.

—No amor tranquila, ¿qué va a pasar?— caminó tranquilamente hasta llegar a su habitación, mi madre lo siguió y yo me quede allí paralizada sin saber que hacer.

Oh oh.

Definitivamente algo no andaba bien, ese no era mi padre. Ese señor amargado no se parecía en nada a él, a ese ser de luz que llenaba de alegría nuestro día a día.

Me fui a mi cuarto con la duda rondando en mi cabeza.

La noche transcurrió tranquila, demasiado tranquila y eso ya estaba fuera de lo normal. Cenamos prácticamente sin hablarnos, unas cuantas palabras salieron de mi boca y de la de mi madre pero nada más; papá no hablaba estaba inmerso en sus pensamientos como si buscara la manera de decirnos lo que pasaba y no lo lograra.

Su cara cambió a espanto cuando mencioné la visita a casa de la abuela.

—Nan... —mi padre solo me llamaba así cuando tenía que contarme algo y no sabía por donde empezar— tenemos que hablar.

No. Otra vez no. Esas palabras no. Eso solo podía significar una cosa: problemas, y por su cara de angustia al hablar del viaje supe que tenía que ver con la abuela.

Oh no, ¿iba a pasar verdad? La abuela era mi punto débil y a la vez mi lugar seguro, no quería ni pensar que le había pasado algo.

Pero ella estaba saludable, sí, lo estaba, la última vez que la vi estaba bien. Viejita pero bien.

No por favor, ella no.

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