Aron
Los rayos de luz naranja atraviesan mi ventana, sé que es tarde solo eso, no se que día es hoy y la verdad me da igual. No sé cuánto tiempo llevo metido en esta habitación sin salir.
Me levanto de la cama y me dirijo a la ventana para volver a fumar. Hacía años que no tenía una recaída, pero todas las cosas que me dijo Steven aunque no lo quiera hicieron efecto sobre mí.
Siento toques en la puerta y realmente no estoy de humor para abrir así que me quedo recostado al marco de la ventana observando la gente pasar. Los golpes se hacen más fuertes y ya son molestos.
Abro y es Steven, lo que me faltaba no estoy para escuchar más regaños.
—¿Y ahora qué quieres?
—¿En serio estás fumando de nuevo esa porquería?
Steven y yo nos conocemos desde que tengo uso de razón, sabe muy bien todo lo que pasé para dejar esta mierda.
—Uno solo no me hará daño.
—Sí claro, pues lamento decirte que mientras tú estás aquí metiéndote porquerías en el cuerpo Luke está acercándose a Mariana.
Me lanza una foto de Nan y Luke bailando juntos en un bar, la sangre me hierve, verlo tan pegado a Nan, a mi Nan. Veo todo rojo, no sé en qué momento salgo de la habitación solo escucho los gritos de Steven detrás de mi diciéndome que pare.
No puedo, ese estúpido tiene que estar a kilómetros de mi chica.
Llego a la residencia del imbécil de Luke, intentan pararme en la puerta y termino golpeando a todo el que se me cruza. En menos de un minuto estoy en su cuarto. Me mira y comienza a sonreír, esa sonrisa hipócrita es como combustible que hace que me prenda aún más. Me le abalanzo encima y terminamos golpeándonos en el suelo.
Steven llega, nos intenta separar pero no lo logra. Entran los perros que se hacen llamar amigos de Luke y logran separarnos.
—Una vez más demuestras que no vales una mierda metiéndote con mi chica.
—¿Tu chica? Eso no me decía anoche cuando gemía mi nombre.
Me le abalanzo encima logrando partirle el labio inferior y me vuelven a tomar de los brazos sosteniéndome con fuerza.
—¡Mariana nunca se acostaría contigo!
—Ya lo hizo Aron.
«No es cierto» me repito para no perder aún más la compostura, juro que lo voy a matar.
—Aléjate de mi chica o sino...
—¿O sino qué?¿Qué vas a hacer? Te recuerdo que fuiste tú quien inició esta guerra entre ambos hace años revolcándote bajo mi mismo techo con mi hermana, traicionando al único que te ayudó cuando estabas en la calle.
—Y yo te recuerdo que estaba drogado...
—Justo como ahora, ¿en serio crees que mereces a una chica como Mariana?
—No hablemos de merecer, porque alguien como tú no merece ni el aire que respira, así que tú tampoco la mereces.
—Puede que no, pero yo no soy un drogadicto que va a acabar con su vida y con su estabilidad emocional, lárgate de mi residencia y procura no volver porque a la próxima no vas a tener tanta suerte.
Me sacan a la fuerza y antes de cruzar el umbral de la puerta...
—Por cierto, no creas que te lo voy a dejar tan fácil, no me voy a alejar de Mariana.
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Guerrero silencioso
Roman pour AdolescentsSi de dolor se trata Mariana tiene un doctorado en ello. Lleva años cargando con el peso de la culpa de no poder salvar a los que más quiere. Vive perdida tratando de sonreír cuando en realidad está muerta por dentro, los sentimientos y las emocione...