Capítulo 11

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Me separé de Aron para observar su reacción, quería ver si él estaba tan sobresaltado como yo.

Y vaya que lo estaba...

Sus ojos recorrían cada centímetro de mi cuerpo con asombro, me miraba como si hubiese encontrado un tesoro que buscaba por años.

Instantáneamente paré de llorar, era increíble el poder que tenía sobre mí.

—Mariana yo...

—No digas nada por favor, no quiero hablar, no ahora.

Le di una toalla para que se secara, se quitó la sudadera negra que traía puesta y me quedé embobada observando aquel abdomen tan bien definido y sus grandes y musculosos brazos. Bajé la mirada cuando me entregó la toalla y su sudadera para que la pusiera a secar.

Al regresar nos metimos en la cama sin decir una sola palabra. Metí mi cabeza debajo de su cuello perdiéndome en el aroma de su cuerpo y él me abrazó muy fuerte.

Minutos más tarde saqué mi cabeza de allí y lo miré directamente a los ojos.

—Aron tenemos que hablar.

—No creo que sea momento de hablar de lo que pasó.

—Lo sé, no quiero hablar de lo que pasó, quiero hablarte de mi abuela.

Abrió los ojos sorprendido. Me puse de pie y me dirigí al cuarto de baño para cambiarme de ropa. Al salir se había puesto nuevamente su sudadera, era como si pudiese leerme la mente.

—¿A dónde vamos exactamente?

—A un lugar que no he tenido el valor de visitar sola.

Media hora después estábamos parados en la puerta del cementerio con una ramo de flores en las manos. Aron me miraba perplejo así que le tomé la mano para entrar.

Su mano se sentía cálida bajo el frío infernal que quedó tras la lluvia, ver mis dedos entrelazados con los suyos hizo que mi corazón se disparara. Tomé una respiración profunda y me decidí a entrar arrastrándolo conmigo.

Nos paramos frente a una tumba blanca que tenía grabado el nombre de mi abuela seguido de un hermoso epitafio. Aron me miró asustado y yo comencé a llorar.

—Aquí estoy abuela. Te he traído visita sé que te vas a alegrar mucho de verle...

—Mariana y-yo lo... L-lo siento mucho nunca pensé que Vivian estuviese...

—No lo digas por favor —cerré los ojos—. Me ha costado muchísimo aceptarlo —volteé para mirarle—, ella no está... no está muerta Aron. Está aquí con nosotros, está observándonos y estoy segura de que se alegra mucho de verte después de tanto tiempo.

Me miró aún sorprendido, luego se volteó hacia la tumba de mi abuela poniendo una mano sobre su nombre y vi como corría una lágrima por su mejilla. Me arrodillé a su lado y puse las flores en el jarrón, nos quedamos un tiempo observando la foto de mi abuela que había cerca de su nombre.

—Te quiero mucho abuela, te extraño un montón. Perdóname por no tener el valor suficiente para venir a visitarte antes, no tenía fuerzas, no podía aceptar tu partida.

Aron me abrazó y vi que tenía los ojos rojos de llorar en silencio. Me despedí de mi abuela y salimos caminando del cementerio.

—Lo siento mucho, no sabía nada, en serio me hubiese gustado acompañarlas en sus últimos días. Lamento no haber estado con ustedes.

—No te disculpes, no tenías cómo saberlo.

—¿Por eso dejaste de escribirme?

—Sí, lo siento.

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