Capítulo 4

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La verdad ya me estoy mareando, que manía más estúpida tiene la vida de dar vueltas y cambiarlo todo en tan solo minutos.

Hace apenas cinco minutos estaba en la puerta de la universidad despidiendo a mi padre sin sentir siquiera miedo a extrañar mi casa y ahora después de pasar esa puerta todo es tan... diferente.

No sé cómo explicar la cantidad de emociones que recorren ahora mismo mi cuerpo, tal vez la psicóloga si estaba en lo cierto y estoy comenzando a mejorar.

Es tan distinta la vida en este lugar, tan colorida por llamarla de alguna manera. No podía dejar de mirar a mi alrededor, todo era hermoso y bien estructurado. Las vistas fascinaban, la escuela era de color azul y blanco con un cartel enorme en la entrada que decía "Bienvenido a la Universidad de Ciencias Médicas". Los chicos y chicas de mi edad —y mayores— deambulaban sin sitio fijo al que ir, parecían... Alegres. El lugar estaba lleno de árboles y bajo ellos las personas se reunían a pasar el rato. Era raro caminar nuevamente entre tanta gente.

Pero, ¿sabes que era extremadamente raro? Que ahí, en ese ambiente, entre tantas personas yo... Me sentía bien.

Sé lo que estás pensando, ¿cómo alguien que le teme a los hospitales terminó estudiando medicina? Pues la verdad ni yo misma tengo esa respuesta... o puede ser que sí pero no te la diré ahora, digamos que me gusta hacerme daño a mí misma intentando enfrentar mis miedos.

Además de masoquista, mentirosa.

Gracias por el aporte conciencia pero omitir la verdad no es mentir.

Estaba tan perdida en mis pensamientos fascinada con lo que veía a mi alrededor que no me di cuenta dónde estaba.

Me encontraba frente a un pequeño edificio de cuatro pisos cuya fachada tenía un aspecto antiguo al estar construida con ladrillos rojos.

Exacto, acababa de llegar a una parte de los dormitorios. Justo a tiempo, estaba exhausta.

Algo captó mi atención desviando mi mirada hacia la recepción del edificio, más bien... alguien.

Parado frente a la recepcionista había un chico alto de cabello negro, con un cuerpo bastante atlético gesticulando excesivamente. Cuando volteó hacia mí completamente enfadado vi sus preciosos ojos verdes y las facciones de su cara, sus cejas tupidas, sus labios carnosos. No creo que me haya visto y mejor así. ¡Madre mía, me lo estaba comiendo con los ojos!

Menudo príncipe hemos encontrado.

Cállate tonta, ¿pero que estoy pensando?

Sin embargo no fue su belleza la que captó mi atención sino ese sentimiento de familiaridad que surgió nada más verlo de espaldas, y aún más cuando se volteó dejándome observarlo más detalladamente.

¿Quién era ese chico y por qué me era tan familiar? ¿Por qué no le recordaba?

Me quedé allí paralizada por unos segundos hasta ver que el chico pasaba por mi lado muuuuy cabreado dirigiéndose a los dormitorios de en frente. Creo que ni siquiera notó mi presencia— y mejor así— aunque sentí un escalofrío en mi espalda como si alguien tuviese la mirada clavada en ella.

Linda forma de comenzar, no llevas ni una hora aquí y ya te estás imaginando cosas.

Oh por favor, ¿alguien puede apagar mi conciencia?

Volví a concentrarme en lo que tenía a mi alrededor caminando a la recepción y arrastrando mi maleta.

Llegando allí la muchacha me saludó con una sonrisa un poco cansada, tal vez por la cantidad de veces que ha tenido que ponerla en el día. Uff que trabajo tan tedioso, considero a la pobre chica.

—Hola —dijo manteniendo su sonrisa.

Genial tu estilo favorito, te toca ser amable Mariana.

¿Es en serio?

—Hola —respondí devolviéndole la sonrisa lo mejor que pude.

—Nombre completo por favor.

—Mariana Londres Hidalgo —la chica abrió los ojos sorprendida, vale lo sé un nombre no muy común en chicas de mi edad, con razón lo detesto.

Enseguida me entregó las llaves de mi habitación, me explicó donde quedaba y que no podía perder las llaves ya que no tenían copia.

Prosiguió a explicarme quién era mi compañera de cuarto y cómo son las normas de visitas en el dormitorio.

Me estoy aburriendo.

Subí las escaleras, segundo piso tercera habitación a la derecha. Abrí la puerta y encontré a mi compañera de cuarto allí en su cama, era una muchacha muy bonita, delgada, parecía de mi edad, tenía los ojos negros y el pelo corto rubio que le caía sobre los hombros. Levantó la mirada del montón de ropa que estaba doblando y de nuevo presentaciones y saludos. Comencé yo.

—Hola me llamo Mariana, soy tu nueva compañera de cuarto no sé si te lo habrán informado.

Me miró y una sincera sonrisa se formó en sus labios.

—Hola Mariana claro que me lo informaron, soy Julie mucho gusto.

Extendió su mano a modo de saludo y la tomé para no parecer antisocial.

Miré a mi alrededor por unos minutos observando la habitación. Se puede decir que era acogedora, un poco pequeña pero más que suficiente para dos personas.

—¿Y qué estudias Mariana?

—Oh por favor llámame Nan, bastante tengo ya con mi madre gritando mi nombre completo cada vez que enfurece —casi le supliqué.

Bueno la verdad no sé ni por qué dije eso, me salió espontáneo, lo único que sé es que segundos después estábamos riendo las dos por mi comentario absurdo.

Vale, ¿riendo yo? Esa no me la esperaba, se siente bien después de tanto tiempo volver a reír. Tal vez el mundo exterior y las personas no son tan malas como me las imaginaba.

—Vale Nan, ¿qué estudias?

—Medicina, claro.

—Oh vale, se ve que no te gusta hablar mucho.

Vaya eso no me lo esperaba.

—Oh lo siento Julie, disculpa que sea tan antipática... Es que... Esto va a sonar raro pero no estoy adaptada a hablar con muchas personas.

Y ahí está, ahora vas a comenzar a ser la rarita en serio.

—Tranquila, no digas eso, no me pareces antipática solo un poco... no lo sé, ¿introvertida tal vez?

Sonreí de lado sin poder evitarlo, era la primera persona que me comprendía realmente y no se burlaba de... ejem... Mi problemilla de comunicación.

—¿Y tú que estudias Julie? —pregunté.

—Estomatología, voy en segundo año de la carrera—una sonrisa orgullosa se asomó en sus labios— este ha sido mi cuarto desde que comencé —señaló el lugar.

—¿Y no tenías compañera?

—Sí, pero... salió corriendo porque decía que era demasiado sociable y loca para su gusto.

—Y después yo me quejo de ser antipática —resoplé lanzándome a la cama.

Y ahí estaban de nuevo las risas, no sé cómo pero Julie conseguía hacerme sentir bien. Ya no estaba sola en esa universidad tan grande, creo que Julie va a ser una grata compañía para mí.

Y así entre risas e historias nos fuimos conociendo, creo que me vino bien mi nueva loca compañera de cuarto. Tal vez me voy a arrepentir de decir esto pero... en realidad el mundo exterior aún tiene mucho que enseñarme, puede que no sea taaan malo después de todo.

Guerrero silencioso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora