Capítulo 5

60 5 0
                                    


Eran ya las 10:00 pm y Julie aún no paraba de parlotear sobre lo emocionada que estaba por el primer día de clases, parecía una niña pequeña tan entusiasmada por comenzar.

A mí la verdad me daba igual, no creía necesario conocer o interactuar con más personas.

—Vale Julie lo capto, quieres que el día de mañana sea absolutamente perfecto, ¿ya podemos irnos a dormir?

—Que conste que solo nos vamos a dormir porque mañana debemos levantarnos bien temprano —dijo enarcando una ceja, parecía querer matarme por haberla interrumpido pero que le voy a hacer ya era tarde y yo quería dormir.

—Hasta mañana Julie —dije formando una pequeña sonrisa en mis labios.

—Descansa Nan.

A la mañana siguiente Julie tenía formado todo un alboroto en el cuarto, había puesto música y se estaba duchando cantando a todo pulmón el coro de "Me dejaste" de Ricardo Arjona. Yo solo podía sonreír con sus locuras, las buenas vibras de Julie eran muy contagiosas.

Yo ya me había duchado así que me paré frente al espejo y decidí arreglarme, no era que me hiciese mucha ilusión pero si mi querida compañera de cuarto salía del baño y no me veía arreglada la noticia de mi asesinato saldría en todos los periódicos de la ciudad.

Y así me puse mi uniforme, delineé mis ojos dándoles un aspecto gatuno y realcé mis largas pestañas con rímel, no quería ir tan exagerada el primer día así que opté por un labial rosa claro que combinaba perfectamente con mi piel. Solté mi cabello dejando caer mis rizos sobre la espalda, la verdad no me disgustó para nada el reflejo que vi en el espejo. Julie tenía razón, debía maquillarme más a menudo. Y hablando de ella, acababa de salir del cuarto de baño y llevaba más de media hora maquillándose.

Cuando por fin Jul estuvo satisfecha con su reflejo y cansada de mis gritos para apresurarla bajamos y nos dirigimos hacia las aulas.

—¿Estás emocionada Nan?

—¿En serio mi cara te parece de emoción, Julie?

—Pues no sé querida, la verdad tu cara no me dice nada.

—Mmm... Es cierto, has cambiado mucho Nan, tu cara no refleja ninguna emoción —dijo una voz masculina en mi oído dejándome con la respiración agitada debido a la impresión.

Me volteé para ver a quien pertenecía esa voz ronca tan atrevida y me llevé una gran sorpresa al ver a ese chico observándome de pies a cabeza, devorándome literalmente con los ojos.

—Y no solo tu cara, toda tú estás cambiada —sus ojos recorrían mi cuerpo a toda velocidad y una expresión de confusión total adornaba su cara.

No pude evitar sonrojarme con el comentario y más aún si venía del mismo chico que había captado toda mi atención el día de ayer.

De cerca eran aún más fascinantes sus ojos verdes, tanto así que por unos segundos estuve perdida en ellos sin saber qué decir... Hasta que volví a la realidad y mis ganas de asesinarlo tomaron el control, claro.

—¿Y tú quién te crees que eres para venir a hablarme así payaso? ¿De dónde me conoces y cómo sabes mi nombre?

—Este payaso sabe mucho más que solo tú nombre, Nani.

Ese apodo me dejó petrificada, no podía moverme, solo mi abuela me decía así. No pude hacer ni decir nada más, solo lo vi alejarse y perderse entre la multitud. Una enorme ola de recuerdos cruzó mi mente, gracias al cielo Jul me sacó de mis pensamientos devolviéndome a la realidad.

—¡Eh! Mariana —dijo chasqueando los dedos delante de mi—, tierra llamando a Mariana. ¿Se puede saber qué demonios ha pasado aquí? ¿Quién era ese chico Nan?

—Yo también quisiera saber quién es, Jul —dije mirando aun el lugar por dónde había desaparecido con el ceño fruncido—. Pero me temo que no tengo esa respuesta —pestañeé y le devolví la mirada.

—¿Acaso quieres que me crea eso viendo como te miró? Pues no, ni de coña. Tienes muchas cosas que explicar Mariana pero mejor dejémoslas para la noche, ya vamos tarde a clases por culpa de tu chico misterioso.

—Que no es mi chico ni nada que se le parezca, ¿vale Julie? —dije alzando ambas cejas y poniendo mi mejor cara de asesina en serie.

—Vale pues lo siento, pero ya hablaremos de eso ok —dijo levantando las manos en señal de rendición.

Camino hacia las aulas mi cerebro no dejaba de pensar siquiera un segundo en lo que había ocurrido.

¿Quién era ese chico? ¿Por qué sabía mi nombre? ¿Por qué había afirmado saber muchas cosas más sobre mi?

Demasiadas emociones y preguntas sin responder para un solo día. Solo lograba encontrar una solución: tenía que verlo de nuevo.

Guerrero silencioso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora