CAP.59

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Cada día que pasa se me hace eterno, estar encerrada sin hacer nada es sofocante, no puedo hacer nada sin la ayuda de alguien, maldita la hora en la que me dispararon.

Martín: te traje el desayuno -puso la mesita sobre mi cama- tienes que acabartelo todo, el doctor dijo...

Malak: que si no comía, no me iba a recuperar. Ya lo sé, Martín -me recargué en la cabecera de la cama- ¡¿Hasta cuando voy a estar en esta maldita cama?! Odio que ni siquiera pueda bañarme por mi cuenta

Martín: deja de ser tan necia, si tanto quieres recuperarte, tienes que seguir órdenes -se sentó a mi lado- créeme que también me molesta verte tirada en esa cama sin hacer nada, pero esto es por tu bien

Malak: si hubiera matado a ese imbécil antes de que pudiera disparar, esto no hubiera pasado

Martín: tú no eres capaz de matar a alguien, Malak. Si pudieras hacerlo, habrías matado a los hombres que me golpearon. Tu instinto no te deja matar a las personas, porque tú no eres un monstruo para asesinar a quien se te cruce por en frente

Malak: y por culpa de ese maldito instinto mira dónde carajos estoy

Martín: tranquila, ya solo te quedan unos días -sonrió- después de eso puedes seguir con tu vida normal

Asentí rindiendome ante lo que había dicho, tenía razón, pues era cierto, los doctores habían dicho que mi mejoría iba avanzando y la herida terminaba de cerrarse más rápido de lo esperado, así que en pocos días ya podía levantarme de aquí.

De mi hermano he sabido que sigue un poco débil por la herida de su pecho, él había estado más grave que yo y no sería rápido que su herida sanara.

Terminé mi desayuno y se llevaron la mesita con los trastes, prendí la televisión para entretenerme en lo que llegaban las chicas que me ayudaban a bañarme y vestirme. Cuando llegaron me subieron a la silla de ruedas y me llevaron a la tina para comenzar con mi baño, cuando terminaron me ayudaron a vestirme y me llevaron nuevamente a mi cama para cambiar el vendaje.

Malak: yo lo cambio, ustedes pueden ir a hacer otra cosa

Ambas chicas hicieron una reverencia y salieron de la habitación dejándome sola, tomé las gasas y las humedecí para limpiar la herida.

Yeon-Soo: buenos días, Mal ¿Puedo pasar?

Malak: -lo miré con sorpresa- pasa, perdón por la forma en que me encuentras, pero no me gusta que me ayuden a cambiar las vendas

Yeon-Soo: eres una terca, si lo haces tú sola, te puedes lastimar -dejó la carpeta que tenía sobre el buró- déjame ayudarte

Quitó mis manos de la herida para seguir limpiándome él, cuando terminó me puso el vendaje cubriendo la cicatriz para después ayudarme a ponerme la camisa de la pijama y ayudarme a acomodarme en la cama.

Malak: gracias -sonreí y volteé a ver la carpeta- ¿Qué es eso?

Yeon-Soo: te traje el acuerdo -abrió la carpeta- con esto damos por terminado todo tipo de negocios, solo es cosa de que lo firmes y listo

Malak: -tomé los papeles y los leí- entonces sí te vas -tomé la pluma y firmé- cuídate mucho, Yeon-Soo

Yeon-Soo: esto no es una despedida para siempre, Malak, pronto regresaré para hacer nuevos tratos contigo

Malak: es una promesa -sonreí y le entregué los papeles- ve con cuidado

Este se acercó a mí y me abrazó por última vez antes cruzar por esa puerta, yo por el contrario, me quedé ahí acostada como siempre. Me era conveniente recuperarme pronto para visitar la tumba de mi nana, pues en unos meses era su primer aniversario, el primer año sin ella estaba por cumplirse.

𝑒𝑛𝑎𝑚𝑜𝑟𝑎𝑑𝑜𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑐𝑎𝑠𝑢𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora