CAPÍTULO 8

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—¿Luchzt? —respondió Bemus impactado. Sintió que lo atraparon con la guardia baja.

—Te llamo para avisarte que ya descubrí lo que me hiciste. —soltó y Bemus sintió que la tensión arterial le aumentaba al escuchar eso. —No soy ningún idiota, así que, si pensaste que no me iba a dar cuenta; te equivocaste... Me encargaré de hacerte pagar, a ti y a tu nieto, por haberme robado de esa forma. Sé que él está encargado de todo, así que estoy seguro de que esto fue intencional. —gruñó.

—Espera, estás actuando precipitadamente, fue un error. No fue a propósito. Ocurrió simplemente y ahora no hay forma de reparar el daño (en cuánto al tiempo transcurrido)... Pero si la hay de forma monetaria. —dijo Bemus, intentando hacer que Midas entrara en conciencia.

—¡No quiero escuchar tus justificaciones estúpidas! —respondió Midas.

—Perdona, Midas. Pero al menos creo que eso merezco... —intentó Bemus. —Jamás tuviste ningún problema con nosotros en el pasado; ni con la empresa, ni con mi familia... Siempre hemos visto por el bien de tus acciones, Midas. Al igual que por las acciones de cualquier otro accionista. Entonces, sólo déjame apelar a tu consideración como parte de la empresa... No te cierres a la posibilidad de encontrarle una solución a esto. Tiene que haber una forma de que lleguemos a un acuerdo. —insistió Bemus, intentando apaciguar a Midas.

—La verdad es que no veo que ninguna de tus posibles soluciones me sea factible... Pero acabo de decidir que igual te daré el beneficio de la duda. En nombre de todos los años que tenemos trabajando juntos, aceptaré reunirme contigo mañana y escuchar lo que tienes para decir. —accedió Midas, a pesar de que sonaba un poco reacio a hacerlo en realidad.

—Puedes quedarte tranquilo sobre el dinero, Midas... Soy consciente de que debo entregarte hasta el último centavo de lo que te corresponde de porcentaje de ganancia por tus acciones de los últimos tres meses. Puedes estar tranquilo de que cumpliré mi palabra. —aseguró Bemus.

—Podemos encontrarnos mañana. —respondió Midas secamente.

—Sí, escoge un lugar que te guste para reunirnos. —dijo Bemus, siendo consciente de que sonaba como un lame botas, pero ya que estaban en esa situación lo último que podía hacer era hacerse la víctima y discutir con Luchzt.

Mientras pensaba en eso, Midas colgó la llamada de forma grosera. Sin siquiera despedirse. Bemus soltó un gruñido de frustración, de sólo imaginar cuánto iba a tener que soportar las groserías de ese hombre a cambio de que aceptara llegar a un acuerdo con él.

Levantó la mirada y observó la placa de identificación que tenía sobre su escritorio. En ella estaba grabado su nombre junto con la descripción de su cargo dentro de la empresa. Levantó un poco más la mirada y observó el cuadro que estaba en la pared frente a él. En la pintura se podía apreciar un velero de un modelo bastante viejo, con una vela de tres colores y el nombre de la pequeña nave grabada a un lado de la misma. Vasileiou.

El velero con el que ese sueño comenzó. Esa naviera había sido construida por su abuelo y pasado de generación en generación, hasta llegar a sus manos.

Desde muy joven estuvo allí, aprendiendo todo sobre el manejo y administración de la misma. Ese fue el lugar en el que conoció a su esposa, al amor de su vida. Dónde crecieron sus hijos y se formaron.

Gracias a la naviera pudo mantener a su familia en pie... Pero ahora, todos esos recuerdos y todo su esfuerzo se veían amenazados gracias a un pequeño error.

Bemus quiso pensar de manera positiva, se dijo que no podía seguir estancado en la dificultad de su situación, sino que al contrario debía ver más allá... Por un rato lo intentó, pero no pudo. Lamentablemente, habían cosas que los ojos humanos no podían ver a simple vista antes de que sucedieran.

ESPOSA RECHAZADA (Saga Vasileiou II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora