Decir que esas palabras le cayeron muy mal a Artemisa era poco.
De pronto, al saber que su esposo le había mentido como acto reflejo, le hizo preguntarse si acaso él sería capaz de mentirle en más cosas.
Artemisa no tenía idea de qué decir. Sólo se quedó pasmada, mirando a Kal mientras su mente volaba creando posibles escenarios... Lo más triste de eso, era que ella terminaba con el corazón roto en todos ellos.
—Di algo, Cielo.—pidió Kal nervioso, sintiendo que de pronto las cosas con Artemisa estaban siendo amenazadas por el simple recuerdo de Angelique.
Ya él no sentía nada por su ex... Pero estaba seguro de que la celosa de su esposa no iba a creer eso tan fácil.
—Quiero que regresemos a la casa. Estoy cansada.—soltó ella y él tragó grueso.
¿Eso era todo lo que diría?
Artemisa no le dirigió la palabra en todo el camino de regreso a la casa y Kal sentía que su propio temperamento estaba cocinándose a fuego lento. Durante el viaje, él intentó buscar temas de conversación, pero ella se negó a dirigirle la palabra.
Una vez que llegaron a la casa, Artemisa no esperó a que él le abriera la puerta.
Se bajó a la velocidad de la luz y entró a la casa rápidamente.
Kal bajó de la camioneta pisándole los talones.
Él nisiquiera entendía qué sucedía dentro de él. Se sentía culpable de hacerle pasar un mal rato a su esposa, y al mismo tiempo estaba furioso. Enojado de que estuvieran perdiendo el tiempo en discusiones estúpidas cuando podía usar mejor su tiempo. Entre las piernas de su esposa, por ejemplo.
—¡Artemisa!—la llamó luego de cerrar la puerta de la entrada. Ella no se detuvo.
Él dio dos zancadas y la alcanzó justo cuando comenzaba a subir los escalones hacia el segundo piso.
—Suéltame.—pidió ella justo cuando él la rodeó con sus brazos, pegando su espalda contra su pecho.
—No entiendo por qué has decidido enojarte conmigo, Artemisa.—soltó de pronto y ella se sintió incómoda de que la llamara por su nombre.
—No estoy enojada.—mintió.
—Sí, lo estás. No me mientas.—dijo él, mirándola con seriedad.
—Oh, no quieres que te mienta... ¿Sólo tú puedes mentir?—atacó y él suspiró.
—Tienes razón, no debí mentir.—admitió Kal y ella sintió que ese ya era un gran avance.
—Sé que no es fácil, pero necesito que te pongas en mis zapatos. Tengo mis propias cosas qué superar, Kal. No tengo idea de qué sucedió en tu pasado y no puedo obligarte a contarme... Pero, asimismo, tú no puedes obligarme a no desconfiar o sentirme mal cuando no me cuentas algo.—le dijo ella con seriedad y él hizo un sonido nasal, indicando que estaba de acuerdo. La verdad era que Kal no podía pensar muy bien, gracias a los escalones el trasero de su esposa había quedado justo contra su herramienta, frontándose lo suficiente como para hacer despertar a la bestia.—Además, sé que es pasado... Pero, ¿Cómo te sentirías si te dijera que antes de ti hubo otro hombre en mi vida?—preguntó ella y Kal se sintió furioso.
—No hubo otro. Jamás.—gruñó él y, para demostrárselo, frotó su erección contra el trasero de su esposa.
Artemisa soltó un gemido sintiéndose encendida.
—¡Sí! ¡Sí hubo otro!—insistió en su mentira, decidida a presionar a su esposo.
Sólo que Artemisa no tenía idea de lo malo que era presionar a la bestia en su esposo. Kal había sido muy dulce con ella hasta el momento, pero eso no quitaba que también tuviera un carácter del demonio.
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ESPOSA RECHAZADA (Saga Vasileiou II)
RomantikEl heredero de los Vasileiou no podía creer que su abuelo lo había vuelto a hacer. No podía creer su mala suerte. Casarse con una mujer a la que ni siquiera conocía era el menor de sus males cuando se tenía el corazón roto... Habían muchos secretos...