CAPÍTULO 55

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Él se sintió mal, al ver que Artemisa notó su tensión.

¡Por supuesto que quería tener bebés con su esposa, se moría por empezar su familia rápido!

Más ahora que veía lo dichoso que era su hermano al ser padre... Pero la verdad era que ahora no podían a tener bebés. No después de lo que él había hecho días atrás.

—Me sorprende un poco tu pregunta, amor... Sabes que me estoy cuidando. Nos estoy cuidando porque quizá es muy pronto para tener un bebé... —respondió él con inseguridad. Después de todo, ¿cómo iba a responder con seguridad algo que ni él mismo pensaba?

De pronto, sintió que estaba entrando en un terreno peligroso con Artemisa.

—Sí. Yo sé que te estás cuidando. —respondió Artemisa pensativa, y luego se quedó en silencio, procesando la respuesta que su esposo le acababa de dar.

Kal sintió que su silencio estaba comunicando muchas cosas, entre esas que no estaba contenta con su respuesta.

Nervioso por la actitud de Artemisa, comenzó a jugar con los mechones de cabello de su reina.

Le encantaba.

Lo tenía más largo, y había comenzado a verse más saludable. Tanto que hasta adquirió pequeños rizos en las puntas de sus mechones dorados. Parecían pequeños rizos de oro líquido... Mientras pensaba en eso, descubrió que su mente no dejaba de darle vueltas al asunto de los bebés. No pudo evitar preguntarse cómo se vería una pequeña con rizos idénticos a los de su esposa... Un quizá un pequeño rubio y rechoncho como había sido él mismo de niño.

Quería un pequeño Vasileiou suyo... De los dos.

Pero justo en ese momento, recordó que no podía distraerse.

Kal estaba seguro de lo que sentía por Artemisa, quería lo mejor para ella.

Quería verla realizada, así que se esforzaría por darle lo que nunca había tenido.

Él estaba decidido a seguir con su plan, no iba a doblegar su voluntad por mucho de que se viera tentado a hacerlo cada vez que Artemisa lo miraba a los ojos y parpadeaba de esa forma dulce que lo volvía loco.

—Creo que es hora de que vayamos a la empresa. —dijo ella con seriedad, levantándose del pecho de su esposo.

—Espera, cielo... Dame un beso antes de levantarte de la cama. —pidió él con coquetería, al tiempo que se sentaba de lado y se mostraba espléndidamente desnudo ante los ojos de su esposa.

Kal vio cómo su esposa se lo comía con la mirada.

Incluso vio el momento de indecisión que ella experimentó cuando miró hacia el baño y luego regresó la mirada hacia él.

A su orgullo masculino le encantaba ver como Artemisa respondía ante la visión de él desnudo.

Se sentía feliz, porque en su esposa podía ver claramente lo mismo que él sentía... Estaban locos el uno por el otro.

—No, Kal. Si quieres te unes conmigo en el baño. Pero no pienso dejar que me hagas regresar a la cama, porque estoy segura de que no iremos a la empresa hoy si eso sucede. —dijo ella con determinación y él notó una pizca de enojo en su voz.

El la vio contonearse con la elegancia de una reina, mientras caminaba desnuda hacia el baño.

Soltó un gemido al ver el trasero desnudo de su esposa alejarse de su visión.

Artemisa no estaba contenta... Pero él sabía cómo contentarla.

Se bajó de la cama y la siguió al baño, decidido a demostrarle que él también era capaz de darle un buen momento qué recordar bajo la ducha, pues sus habilidades de seducción no estaban limitadas a un colchón.

ESPOSA RECHAZADA (Saga Vasileiou II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora