Kal Vasileiou no podía ignorar la imagen de su hermano que venía a su mente.
Toda su vida lo había visto superar cualquier dificultad solo, luchando por ser lo suficientemente independiente como para no necesitar de la ayuda de la familia... Pero ahora Keelan estaba completamente desesperado. Más allá de lo que alguna vez Kal imaginó posible.
Ahora Keelan no comía, ni siquiera parecía estarse duchando. Sólo pensaba y hablaba de su esposa embarazada.
Para el mayor de los nietos Vasileiou era muy extraño ver a Keelan en ese estado.
Su hermano había sido terriblemente controlador con la mayoría de situaciones en su vida. Era independiente y desprendido de la familia, como sólo él podía serlo.
Pero ahora lo único que quedaba de ese Keelan Vasileiou eran el nombre y el apellido.
Estaba desequilibrado desde que regresó sólo, indicando que su esposa lo había dejado o había sido secuestrada.
Kal se asombró, pero no pudo culparlo. Angelique lo enloquecía y enamoraba en partes iguales. La mayoría del tiempo lo sometía a un tira y encoge que lo frustraba. Pero él de iluso se decía que así era el amor. Que era confuso para él porque nunca lo había sentido.
—¿Listo? —preguntó a su abuelo en cuanto lo vio salir de la Mansión Vasileiou.
—Sí... ¿Y tu hermano? —cuestionó Bemus Vasileiou al tiempo que se ajustaba el chaleco antibalas.
—Está en el auto. Deberíamos movernos antes de que le explote la cabeza por la desesperación. —indicó secamente Kal y subió a la camioneta.
Él conducía mientras su abuelo se mantenía silencioso en el asiento de copiloto. En el asiento trasero estaba Pietro Makris, el hombre parecía sólo un caparazón desde que supo que Anastasia no estaba con Keelan. Más de una vez lo captó observando a su hermano como si estuviera a punto de saltar sobre él y matarlo. No era para menos. Keelan había permitido que secuestraran a su hija.
Para Kal la familia era lo más importante, no podía imaginar lo que sentía un padre cuando tenía un hijo en peligro.
Con ese pensamiento, se mantuvo ocupado y en silencio durante todo el viaje. Se sorprendió cuando llegaron. Por alguna extraña razón, antes de salir pensaba que tardarían mucho más en llegar. Quizá eran los nervios.
Bajaron de la camioneta a una distancia considerable de la mansión.
La orden que les dio el Monstruo Tholos era quedarse afuera mientras ellos hacían el trabajo sucio. Su abuelo seguía observando cómo los hombres, vestidos totalmente de negro, ingresaban a la mansión de Victoria Tholos.
—¿Podemos entrar ya? —preguntó su hermano sonando desesperado. Kal lo miró desde su altura y frunció el ceño.
Keelan estaba totalmente fuera de sí. En ocasiones le hacía perder la paciencia con su desesperación, pero se dijo que debía ser considerado.
Su trabajo como heredero era solucionar problemas familiares, no crear otro al darle un puñetazo a su hermano... Por mucho que él sintiera que lo pedía a gritos.
A su lado, su abuelo suspiró. La edad cada vez era más notoria en su rostro.
—Espera, debemos esperar la señal, Keelan. —respondió Kal en lugar de su abuelo. No pudo contenerse. El anciano abrió la boca al ver el intercambio entre sus nietos, pero luego la cerró.
No había caso en discutir con Kal sobre su mal genio. De todos sus nietos, el peor humor se lo gastaban Kal y Kaia Vasileiou.
Keelan soltó un bufido y volvió su mirada a los hombres que ingresaban en la mansión. Para todos era más que obvio que su impaciencia era mucho más grande que su fuerza de voluntad. Lo podían ver en los movimientos que hacía con sus manos y su imposibilidad para mantenerse tranquilo.
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ESPOSA RECHAZADA (Saga Vasileiou II)
RomanceEl heredero de los Vasileiou no podía creer que su abuelo lo había vuelto a hacer. No podía creer su mala suerte. Casarse con una mujer a la que ni siquiera conocía era el menor de sus males cuando se tenía el corazón roto... Habían muchos secretos...