CAPÍTULO 76

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Artemisa había estado asustada todo el camino, pero el verdadero terror lo conoció en el momento en el que Ulises detuvo la camioneta frente a la mansión Luchzt y apagó el motor.

Para sorpresa de Artemisa, él le indicó que bajara primero y en cuanto ella lo hizo la sujetó por la parte trasera del cuello.

Pasó por encima del asiento de Artemisa y salió por la misma puerta que ella, usándola como escudo.

—No voy a arriesgarme a que el monstruo me mate. Si piensa dispararme o hacerme algo, primero tendrá que hacértelo a ti.—dijo Ulises haciendo que la sangre de Artemisa se congelara del terror.

—¡¿Dónde estás, monstruo?!—comenzó a gritar Ulises intentando llamar la atención de Midas.

Artemisa vio como varios de los hombres que trabajaban para su padre salían del bosque camuflajeados.

Se asombró al pensar que era extraño que los hombres no hubiesen disparado a la camioneta en cuanto entró a los terrenos Luchzt, pero supuso que esas habían sido órdenes de su padre.

Ella sabía muy bien que nada se escapaba de las manos de Midas. No era que se sintiera orgullosa de su padre, pero por alguna extraña razón sintió que en lugar de temerle a Ulises debía preocuparse por lo que hiciera Midas, pues al fin y al cabo ella sabía muy bien lo poco que le importaba a su padre.

—¿Quién es este pequeño pedazo de mierda que se atreve a venir a mi casa dando voces? —preguntó Midas saliendo de la casa por la puerta de la entrada.

—¿Quién soy? Soy quien te va a enseñar lo que se siente el dolor. Eres una basura Midas Luchzt. El verdugo que usa la mafia para encargarse de sus asuntos peligrosos. Eres un asesino al que la policía ha buscado por muchos años, pero por suerte soy yo quien te encontró. Estoy seguro de que la policía se muere por hacerte interrogatorios, yo mismo hubiese estado saltando en un pie por interrogarte en el pasado... Pero ahora mismo lo único que voy a hacer es cobrarte la deuda que tienes conmigo por la vida de mi hermano. La existencia no te alcanzará para pagarme.—soltó Ulises y Artemisa sintió cómo presionaba con más fuerza el cañón de su arma contra su espalda.

Ella quiso morirse, porque el arma estaba justo a la altura de su vientre.

—¡Cuidado con el arma!—exclamó aterrada. Estaba fuera de sí. Sabía que Ulises odiaba que hablara, pero no pudo contenerse. De pronto comenzó a llorar, sentía que los nervios la controlaban.—¡Por favor, no le hagas nada a mi bebé!—rogó rompiendo en llanto, sin saber que sus palabras iban a conmover el corazón menos pensado.

—¡Cierra la boca, perra! ¡Tú, el bastardo y tu padre se irán juntitos al infierno! ¡Voy a limpiar la tierra de Midas y su sangre inmunda!—gritó Ulises, las palabras de Artemisa parecieron avivar su furia.

A diferencia de él, Midas sintió que algo en su corazón se fracturó gracias a los ruegos de Artemisa.

Estaba embarazada.

La hija de Anya estaba embarazada y él ni siquiera lo sabía... Podría estar por convertirse en abuelo si Artemisa fuera suya.

Eso fue como un golpe para él.

Midas era un monstruo... Pero su mujer había sido la única cosa en el mundo que él había amado.

Ver a Artemisa así le recordó a Anya. Saberla embarazada hizo que algo dentro de él se removiera.

Midas intentó mantener a raya los sentimientos por un momento, necesitaba deshacerse de ese tipo.

Sabía cómo manejar a los malnacidos como él.

ESPOSA RECHAZADA (Saga Vasileiou II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora